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Luis Ugalde s.j.

La enfermedad del Presidente puso en evidencia la grave enfermedad nacional. La salud de las personas la encomendamos a los médicos, y la acompañamos con buenos deseos y oraciones. La salud de la nación exige un cambio profundo en el gobierno, en la oposición y en la nación entera, para salir con bien.
Las emergencias se producen con la irrupción de hechos inesperados. Venezuela ha sido sorprendida por un terremoto político de grandes dimensiones, que ha puesto en evidencia las deformaciones, la política anticonstitucional y la ruina de aspectos vitales del país.
El terrible terremoto del Japón prendió la alarma sobre las plantas de energía atómica, peligro ya conocido pero asumido de forma despreocupada. ¿Quién no sabía que en Haití reinaba la miseria? Pero el terremoto dejó al desnudo el desgobierno, la ineficacia nacional e internacional, la pobreza y el abandono de la población. El terremoto no depende de nosotros, pero el reconocimiento de las fallas y la reconstrucción sí.
En el Bicentenario de la fundación de la República de Venezuela el padecimiento del Presidente pone en evidencia que el país está profundamente enfermo y la democracia en agonía. Hay hechos muy graves e inocultables: las empresas de Guayana en ruinas y la oscuridad del servicio eléctrico que se prolongará, a pesar de las mentiras y medias verdades. La agricultura ”endógena” llevada adelante por funcionarios inexpertos e improductivos y por el negocio gobiernero de las importaciones, aunque se pudran millones de toneladas de comida. El inmenso endeudamiento público que hipoteca al país en tiempo de elevados precios petroleros, repitiendo de forma exagerada el trágico endeudamiento de los años setenta cuando se triplicó el precio del barril.
De tanto predicar la revolución y buscar el liderazgo internacional durante más de una década, se abandonó la gestión cotidiana en manos de partidistas incompetentes leales. ¿Resultado?: el abandono de la infraestructura lleva el deterioro a niveles que luego exigen una millonada y tiempo para la recuperación. Así están las carreteras y los hospitales. Con inflación cercana al 30% anual y tres o cuatro años de desactualización en los salarios públicos, se baja a niveles de miseria y abandono, como ocurre con el empobrecimiento de los sueldos y salarios universitarios o los de las enfermeras y médicos. El infierno de El Rodeo, controlado por delincuentes internos y la complicidad de externos y guardianes, muestra que la vida hoy no vale nada y que la violencia y la muerte se han vuelto cotidianas en todos los ámbitos del país.
La celebración meramente partidista y militarista del Bicentenario con un Presidente que sólo habló para retener a los suyos, con militares gritando exclusivas consignas socialistas, deja en evidencia la violación de la Constitución. Queda también en evidencia la descarada dependencia cubana en el tratamiento, gobierno y comunicación del Presidente enfermo, y el ciego empeño estatista y totalitario de esta “revolución” sin rumbo. El terremoto de la salud presidencia deja en evidencia la enfermedad nacional.
No es tiempo de nerviosismos ni de aventuras, sino de despertar de las rutinas, con serena gravedad y firmeza para salvar la República por el cauce democrático establecido en la Constitución. Gobierno y oposición tienen que elevar su talla. Del Presidente enfermo se exigen al menos un par de gestos democráticos como la libertad de los presos políticos y exiliados, y transparencia y menos descaro partidista en el proceso electoral.
Los obispos tienen razón cuando en reciente documento nos dicen que el Bicentenario en estas circunstancias es un motivo para el cambio. La cortedad del espacio apenas nos permite invitar a la lectura y consideración de cinco cambios que proponen para salir de la enfermedad de Venezuela:
1-Recuperar el respeto y la promoción de la inviolable dignidad de la persona humana y de todos sus derechos.
2- Valorar la cultura del trabajo y de la colaboración solidaria en la producción y gestión de la riqueza.
3- Revalorizar la ciudadanía y responsabilidad social por la comunidad.
4- Ser discípulos de la verdad, el bien y la gratuidad en el reconocimiento de los otros.
5- Trabajar por la reconciliación del país, asumiendo como venezolanos y cristianos estos urgentes desafíos.
Es con cado uno.