CRISTOBAL OCHOAAnte todo, muy buenos días. Muchísimas gracias al Colegio de Arquitectos, a la AVAP y al jurado desde luego, por su distinguida consideración para este premio tan importante. Lo recibo con muchísima alegría y optimismo, pero también con la responsabilidad que todo reconocimiento conlleva. Responsabilidad, porque estoy consciente de que vivimos en una modernidad con una mediática muy tergiversadora que confunde al artista competente con el artista competitivo. Hoy en día considero sumamente importante hacer entender que el arte no es, ni puede entenderse como una competencia, sino al contrario, como un entorno de múltiples espacios donde cada quien exalta sus mejores virtudes y talentos. Desde este lado del podio puedo hacerles saber que no existe nada peor que los premios que son confundidos con canonizaciones estéticas, o interpretados como ínfulas de grandeza. El reconocimiento puede persuadirnos y cegarnos, haciéndonos caer en un sin fin de falsas motivaciones abrazadas por las ambiciones egocéntricas. Shakespeare pregonaba que: “El que gusta de ser adulado es digno del adulador”, así como el dramaturgo Moliere escribiría en su momento que: “Cuanto más amamos a alguien, menos conviene halagarle”. Por todas estas razones me cuesta hablar de competitividades en un terreno donde generalmente nos impulsan las mismas pasiones, y menos en un país que nos ha dado la dicha de engendrar tanto potencial y calidad en materia de artes plásticas, como lo es Venezuela.

Aún estoy joven, y mis aspiraciones están frescas, al igual que las de muchos de nosotros que incursionamos en esta cruzada de la faena artística; por ello es justo reconocer que todavía falta mucho por aprender y recorrer en este largo pero hermoso camino. Hoy en día le tocó a la cultura venezolana una etapa difícil y compleja como la que atravesamos actualmente, y no por ello el arte se mantiene exento de dichos contratiempos. Pero no ha de ser un secreto para ninguno que el arte florece en los tiempos de crisis. Beethoven componía su tercera sinfonía “Heroica” mientras la revolución francesa arrasaba con Europa, Picasso trabajaba en su famosa Guernica durante los duros meses de la Guerra civil Española, así como Thomas Mann producía sus mejores escritos desde el exilio mientras la Alemania Nazi generaba el caos durante la Segunda Guerra Mundial.

Es por esto que la historia siempre nos ha servir de ejemplo y referencia para que los más jóvenes no seamos sólo una línea en el horizonte del futuro, sino también un punto tangencial en el presente. Para que seamos ejemplo y escuela, estímulo y reacción verbo y predicado. Y consecutivamente con nuestras responsabilidades podamos comprometernos a heredar los cambios necesarios para la sociedad. Este reconocimiento no es sólo para Cristóbal Ochoa, ni tampoco va dirigido a una pequeña faceta del arte contemporáneo; sino que también aspiro que se convierta en un mensaje para despertar la conciencia adormecida en las generaciones de relevo, y a su vez en una motivación para nunca desfallecer en el proceso de encontrar nuestra propia identidad. A mí me motivó, y me llena de mucha más energía para continuar haciendo arte y creando vínculos, que trasciendan en respeto, empatía y humildad.

Aprovecho también para felicitar a los demás galardonados a Rayma, a Rolando, a Angel, Abigail, Milton, y agradecer también a El Nacional, y felicitarlos por su ardua labor durante 71 años.