ADETEATRO
Revista trimestral de la
Asociación de directores
de escena de España

culturachavez

Don José Antonio Hormigón
Director

Estimado director:
Hace algunos días recibí el Nª 150 de la prestigiosa revista que usted dirige, a la que le presto mucha atención por su altísimo nivel intelectual. También sigo con atención sus publicaciones, algunas de las cuales he adquirido. Este último número me interesó por contener una sección sobre la incorporación de José Luis Gómez a la Real Academia Española. Cuál no sería mi sorpresa al encontrar en la sección de las editoriales un texto de Luis Britto García titulado “Chávez y la cultura”, que merece y necesita una réplica.
Luis Britto, a quien conozco desde hace décadas por compartir intereses comunes, principalmente el teatro en el que ha incursionado con éxito y al que he dedicado mi vida, escribe un texto sobre la cultura venezolana guiado por una visión ideologizada de lo que somos. Parece, a la luz de nuestra realidades, que viviese en Utopía o en el mejor de los mundos posibles del doctor Pangloss. Pero la realidad es otra.
Venezuela, país mediano en el contexto de las dimensiones de América Latina, tiene un régimen que en quince años ha recibido US$ 1.500.000.000.000,00 y exhibe cifras que nadie puede envidiar. La infraestructura física de carreteras, escuelas, hospitales y vías urbanas está destruida. En ese período hemos sido víctimas de unos 200.000 homicidios sin responsables sancionados. Somos país fundador de la OPEP y tenemos las más grandes reservas del mundo en hidrocarburos, pero importaremos crudos livianos de Argelia que no producimos y somos importador diario de gasolina. Nuestra industria siderúrgica producía 4.8 millones de toneladas anuales y después de nacionalizada no alcanza 1,5 millones. Orgullosos de nuestro café, después de nacionalizadas las procesadoras lo importamos. El régimen contrata empresas privadas bielorrusas para construir centenares de edificios de apartamentos mientras cerca y agrede las empresas nacionales. Los estudiantes de educación media en las instituciones públicas no reciben clases de física, química y matemáticas por ausencia de profesores y con calificaciones ficticias ingresan en las universidades. Luis menciona 16 universidades creadas en los últimos quince años y olvida que antes de 1999 se crearon un promedio anual de cuatro instituciones de educación superior. Tampoco menciona el triste hecho de que nos hemos convertido en un país de emigrantes, con casi dos millones de venezolanos en el exterior tratando de rehacer sus vidas con la consiguiente descapitalización intelectual.
Luis desecha la presencia formativa de la cultura europea durante siglos con una argumentación cuidadosamente cartesiana. Propone un debe ser cultural que no contempla el derecho a disentir. Reconoce que el trabajo cultural “puede ser aprovechado por la clase dominante”, precisamente lo que intenta el régimen al que sirve. Afirma que “sin una tabla igualitaria de valores no sería posible el igualitarismo socialista”, sin explicar quién hará y definirá esa tabla.
Cita bien los artículos de la constitución que consagran los derechos culturales, pero no menciona el día a día de nuestra vida cultural. El Ministerio de la Cultura nada ha hecho al respecto. En la Asamblea Nacional hay un proyecto de ley que priva de la ayuda oficial a los artistas que hablen mal de la Patria, palabra hueca empleada como sinónimo del régimen y su ídolo. Acierta al decir que en la segunda mitad del siglo pasado “casi no hay obra, tendencia, ensayo o manifiesto relevante que no revista una inspiración progresista”, pero no dice que fue posible en el clima democrático de libertad que hubo durante cuarenta años, período en el que él, Luis Britto García, disfrutó de ese clima de libertades para que su obra fuera reconocida y premiada.
La Universidad de las Artes que él menciona es resultado del ensamblaje sin mayores criterios académicos de cinco institutos universitarios de arte creados hace más de veinte años. Y las estaciones de televisión y radio que menciona se han constituido en un circuito hegemónico al servicio del régimen y de su partido, en el que no tienen cabida la disidencia ni, menos aún, los representantes de la oposición democrática. Es el resultado de una política destinada a neutralizar la opinión pública que se ha traducido en la compra de medios por empresarios afines al régimen y en la autocensura.
Sobre el teatro, que es lo que me compete directamente, el régimen destruyó la Compañía Nacional de Teatro, creada por decreto presidencial en 1984 y cuyo director fundador fue el dramaturgo Isaac Chocrón. También desaparecieron las compañías regionales que, junto con la CNT, eran la plataforma ideal para un gran movimiento de teatro popular de servicio público. El régimen maltrató y agredió el teatro de arte y lo despojó de sus lugares naturales de trabajo, dando lugar a la desordenada e indetenible expansión de un teatro comercial mediocre, nunca antes habido entre nosotros. Por eso, hoy, los autores nacionales no tienen donde presentar sus obras, salvo en lugares y programaciones marginales, mientras la cartelera semanal se ilustra con títulos como “A las mujeres las entiendo yo”, “Hagamos el amor”, “Intimidades de camerino”, “Orgasmos”, “Relatos borrachos”, “Mujeres infieles” y “Orgasmos”. Mientras tanto, actrices son impedidas de actuar en salas oficiales por sus posiciones políticas y los premios nacionales de cultura son otorgados en conciliábulos. El Teatro Teresa Carreño carece de la programación que le dio prestigio internacional, reservado como está para las reuniones del partido del régimen.
Los museos nacionales son lugares en los que nada pasa. Las editoriales que le dieron prestigio al país, Monte Ávila editores y Biblioteca Ayacucho, están al servicio del proyecto ideológico del régimen, razón por la cual los más importantes escritores nacionales emigraron a las editoriales privadas.
La Villa del Cine, proyecto que es exhibido con orgullo, tiene sus orígenes en el Fondo de Fomento Cinematográfico de los años ochenta del siglo pasado. Y me consta que es así porque formé parte de su directorio.
Las universidades nacionales son víctimas de un cerco económico y financiero vil, porque los representantes del régimen nunca han ganado las elecciones para las autoridades académicas o los centros estudiantiles. La Universidad Central de Venezuela, patrimonio de la humanidad decretado por la Unesco y donde Luis y yo nos formamos y hemos sido profesores, es víctima de más de cuarenta atentados sin respuesta de las autoridades.
Entonces, me pregunto ¿de qué “cultura ecosocialista” hablamos? ¿De quién depende la generación de una conciencia histórica? ¿Será unidimensional? ¿Existe en ese proyecto el derecho a no estar de acuerdo? ¿Reconocerá ese proyecto cultural el hecho de que quienes no han estado de acuerdo y siguen no estándolo han impulsado e impulsan la historia del arte?
“El pensamiento de Hugo Chávez Frías es un río caudaloso” es una expresión de sumisión. Nunca se ha usado expresión similar, ni siquiera para aplicársela a Pericles, quien le da nombre a un siglo y cuya tumba nunca se ha sabido donde está.
En Venezuela, es bueno decirlo, más del 90% de sus instituciones culturales surgieron entre 1958 y 1998. Una verdadera revolución cultural que nos proyectó más allá de nuestras fronteras. Luis se benefició de ellas. Ellas cumplieron un rol determinante en la consolidación de los genes democráticos de nuestra sociedad, sin la pretensión de hablar del “ideal del nuevo hombre” porque la historia no es juguete de los políticos.
Vivimos una crisis por la destrucción de las instituciones republicanas bajo el eufemismo de construir instituciones socialistas. Mientras tanto los derechos humanos, los intangibles defendidas por Antígona, están siendo violados sistemáticamente.
Ante esta situación, no está permitido callar.

Muy atentamente,
Leonardo Azparren Giménez
Profesor titular de teatro griego y teatro venezolano de la
Universidad central de Venezuela.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, correspondiente de la
Real Española.