saqueos-venezuelaLuis García Mora

La descomposición es tremenda. La palpamos. Se siente.
El Gobierno no gobierna y Maduro ofrece y ofrece multitud de siglas, cambios de nombres para los mismos aparatos represivos, pero ninguna solución. Y de repente matan a un hombre de un tiro en el pecho en los saqueos de San Félix.

No en Valencia, ni en Anzoátegui ni en Caracas.

¿Quién sabe? El monstruo asoma el hocico.

Una población hiperiinflacionada sobrevive sin la mínima seguridad jurídica, personal ni social.
El país a la deriva obliga a la línea gubernamental del “Gobierno como Trinchera”, que no es una tesis política sino la tesis militar: el Gobierno como defensa, y el error como fortificación (o como hueco político). Mientras que para la indefensa Venezuela y su indefensa población (sus millones de supervivientes) sólo queda el país como zanja.

Con un ciudadano criminalizado (y una visión tumultuaria) el gobierno prácticamente establece que aquí sólo se consigue comida saqueando. Ahí están los rostros de la gente durante ese momento infinito que significa no tener qué comer, en las filas para acceder a esta mierda de vida. Y ahora el hambriento repelido a tiro limpio.

Está por ejemplo el rostro de Luchi, esta mujer que me ayuda con mi hija, después de sobrevivir diariamente en el centro de Caracas, donde el combate cotidiano es tan desgastador que le mina a uno su autoestima: es la cola desde la madrugada para tres o cuatro alimentos, la farmacia o la buseta, que consume su tiempo y su energía física.

Su dignidad humana.

Quizás ése sea el surco más profundo que esta casta va dejando en los rostros de la gente. Como en aquella película de Bergman, El huevo de la serpiente, y aquel grupo de personas que se inclinan y se balancean en cámara lenta, agobiadas por una cierta indolencia, un cansancio que sugiere el agotamiento.

El síntoma de una enfermedad. De una sociedad enferma.
Esos rostros llenos de aburrimiento, desilusión, hastío, falta de sueño y trabajo duro. En cuentas claras: el cansancio de una sociedad oprimida y anestesiada por el desánimo que le roba las fuerzas para levantar la cabeza y salirse del grupo o, al menos, empujarlo hacia delante. Sea cual sea el destino.

Esos rostros, el rostro de Luchi hoy en la mañana al pasar por esa puerta, me obligan a saltarme la política. O, mejor dicho, a saltar de la política a algo más profundo.

Vivimos muy, pero muy finamente asidos a una ilusión que es propugnada por un aparato de propaganda, pero que ya está agotado. Compartimos esta desgracia en la que ahora el Presidente salta desde las pantallas de los televisores anunciando sólo estridencias.

Burbujas de aire.

No logra obligar a nadie a aceptar su recetario sepia. Vacuo. Trágico, si se quiere. Y no lo logra porque carece de piso. De piso real. Está acorralado en su trinchera (o catalepsia) política, desde la inamovilidad y la rigidez, desde la pérdida de su sensibilidad social… ¡Y se dice comunista!

Así se mantiene ante la sinrazón de una utopía que nos está costando la vida como sociedad.

Y uno, amigo lector, no puede quedarse contemplando, con la visión de un viajero ajeno, estos acontecimientos entre la indiferencia y el estupor. Menos desde el desafecto, desde la frialdad de esa angustia retenida. Castrada.

Profundamente desconectada.

CRÁTERES

Dice El Hermano Mayor que le ordenó al Ministro del Interior que coordinara con el jefe del ZODI para que la OLP llegue inmediatamente a Bolívar, “y vayamos en la búsqueda de estos grupos mercenarios y paramilitares”. Dos opciones: o el Hermano Mayor está loco o ahora sí es verdad que todo se descolocó, porque nadie lo entiende. Al parecer no hay crisis, no hay colapso, sino otra nueva categoría revolucionaria fantasma, como el resto de enemigos invisibles contra los que lucha el Hermano Mayor y con los que nos ha atosigado hasta el hartazgo, desde que comenzó esta sinrazón. Deben ser esos asesinos zombis los que han subido la canasta alimentaria este mes hasta los 21.383,38 bolívares. Que si le ponemos los tres ceros que nos quitó el barrido chavista para hacerlos “fuertes”, son 21 millones de bolívares (hoy absolutamente inorgánicos). Ese bolívar muerto, sin valor, sí que es un espectro más.

El asesinato de San Félix (como podría mañana ser el nuestro), según El Hermano Mayor fue “un acto planificado”. Y al parecer ese planificador está completamente identificado a través de las OLP (¿no han sido siempre ésas las siglas de la Organización para la Liberación de Palestina?) a través de la “inteligencia popular”, que no se agolpa en las colas. Y entonces, como si tuviéramos el cerebro de un pollo (o una “cagarruta de chivo”, como decía mi siempre recordado José Ignacio Cabrujas), nos dice a todos:

“El general John F. Kelly, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos de Norteamérica, que hace cuatro meses vaticinó que julio sería el mes de la implosión social en Venezuela. Ustedes saben que un general de Estados Unidos no vaticina: ordena, actúa. Y la derecha maltrecha ejecuta”.

Y luego un comunicado que dice: “El pueblo no tiene hambre, sólo quieren sabotear”.

El Gobierno se negó a darle las cifras a la CEPAL. Así que por primera vez en la historia de este organismo de reconocida tradición progresista, en el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, no aparece el capítulo Venezuela.

El Comando de Campaña de la Oposición para las elecciones parlamentarias del 6-D estará conformado por el director de campaña, Jesús “Chúo” Torrealba, el gerente de campaña Roberto Picón, el jefe de finanzas Arnoldo José Gabaldón, el jefe de comunicaciones Julio Borges, el director electoral Henry Ramos Allup, junto a Enrique Márquez, y el jefe de organización Freddy Guevara. Y, desde cierto punto de vista, conforman un grupo de dirección histórico. Eso sí: de no alcanzarse las metas, imaginamos que se irán a las duchas… aunque algunos parecen incombustibles.

Hay quien dice que la fecha del 6-D está en veremos. Aunque se altere todo desde el CNE y se grite y se aplaste, al parecer la carta bajo la manga sería posponer las elecciones por cualquier circunstancia y con cualquier excusa para después del 15 de diciembre, cuando se cree que todos nos habremos ido de vacaciones por Navidad y que no estaremos con ánimos de votar, y así (quizás) lograr salvar al Gobierno de una barrida. Como dice un amigo: “insistir perdiendo y acelerar la decadencia del proyecto que dio nacimiento a la Quinta República”.

Miremos el espejo de Grecia. El diagnóstico del momento es que hay que comenzar a refinanciar la deuda externa ya, porque en las condiciones en las cuales que está estructurada (y despalilladas larcas, y contraídas las finanzas) no la podemos pagar, dadas sus dimensiones. En resumen: no tenemos con qué pagar, a menos que no comamos.

No hay siquiera un economista en la Asamblea Nacional. Y eso hoy, en Venezuela, es como tener un hospital sin médicos.