Alejandro Oropeza G.

“En la esperanza, el alma ignora la realidad,
como en el temor, la rehúye”.
Hannah Arendt,en“Hombres en tiempos de oscuridad”.

Tiempos_OscurosAntes de partir miró al día que venía por encima de mil techos que cantaban avemarías, que sudaban el enojo ajeno de la indiferencia de latones grises manchados con huellas de perdigones usados, hacía días. Vio un cerro de varios nombres y un suspiro le apretó el morral al pecho e imaginó sus zapatos puestos sobre policromías casi perdidas, sobre un inmenso pasillo que cantaba adioses con puños cerrados.
Un túnel lo trajo de vuelta al tiempo que resiste transcurrir y navegó callado sobre las aguas de mil lagunas estancadas. Con la credibilidad seca, supo de un gobierno invisible y oyó inmensos discursos que escondían la oscuridad debajo de una alfombra inundada por mieles ajenas de unos cuantos que, sentados en filas no quieren contemplar la historia transcurrir, sino gritar a un espejo vacuo el triunfo de la lisonja.
Escuchó crujir una luz, mil luces, un millón de luces; quizás más de treinta millones de luces, fracturadas a la orilla de un sin fin de valles que esperan a una camioneta cargada de nadas y esperanzas que no resisten un pensamiento. Nuevamente miró por encima de los techos, allá hacia donde nace la mañana y vio venir un frio que traía retazos de oscurana hueca. Supo que la sombra ocupaba la tierra, que poseía salvajemente a las mujeres y que divagaba en las tribunas de madera pulida el estertor de togas, también negras,y olió sus alientos que no nublan los reflejos. Oyó también un dejo triste, como hueco, como pálido y solo, como de árbol viejo que canta ecos escritos hace cien años junto a una cuna que perdió a su huésped porque se marchó lejos, nuevamente. Sintió como se le pegaban a la carne todos los disparos, todos los gritos y las banderas sucias; tanto, que decidió lavar la suya, aquella, la vieja; que tenía sentido en la distancia que rescata el respiro transparente del caballo blanco que voltea la cara para ver el futuro, otra vez, galopando desnudo frente a un palacio avergonzado y carcomido, donde solo habitan maniquíes mudos sonrientes y paralizados.
Pero, un chasquido crujió involuntario en su boca callada, sin restos de nada, sin atisbo del regreso al final del día. Casi una mueca le cruzó el pensamiento seco como su garganta, lejano como la ilusión de los días que se van suicidando de a dos cada día que pasa en la sombra. Recordaba el canto alborotado del estruendo de la miseria en el centro de su mano rota; recordó la canción de los cristales molidos sobre la cabeza de aquel elegido. Sonrió, la canción siempre alegra el padecer, bueno… la música quise decir.
Me pregunté ¿Hasta cuándo? Esta oscuridad que acosa, este himno sepulcral de la hora detenida por siempre, la sombra de los pactos rotos por la muerte y las partidas, las despedidas y el pellejo que sufre callado la lejanía impuesta, el silencio para no estorbar a la tristeza y recordar a cada momento que se sufre por sí y por los que se van o se fueron… vivos o muertos.
¿Fue tan oscura la hora de dolor en otras latitudes, fue tan negra la hora de Vallejo? ¿Fue tan opaco el tiempo de al lado? ¿Fueron tantas cosas como esto? ¡Esto! Este dolor de pecho que cala, que ahoga, esta infelicidad sustituta de sepulcros rotos que no se marcha a ninguna parte, el clamor contenido de esta maldita lágrima que no termina de acudir para celebrar con llantos la alegría de la luz que llega.
Escuché alguna vez que nunca la noche es más oscura que justo antes del amanecer pero ¿Qué es un amanecer ahora? ¿Qué significa la hora extraviada junto a este reloj que un hombrecito no puede arreglar? ¿Qué es este marasmo de ruta que no consigue un camino? Todo ello es el tiempo oscuro en donde se extinguieron las luces del alma mutua, la compasión que no resolverá nada aun cuando se comparta el sufrimiento de una mesa y una camadespojada de su huésped. La oscuridad de un coro sagrado que se oculta para cantar a la miseria por vergüenza. La sombra, la sombra que precede a la luz que viene por donde nace el sol.
El sol, el amarillo que descubre el azul del oriente que lavará la sangre que dejaron los disparos… pronto, acá, al pie de mil cerros con varios nombres se hará la luz y se irá la oscuridad…
¡Para siempre!