Por VENAMÉRICA

La destrucción de Venezuela ha sido tan profunda que estamos obligados a aprovecharla como una oportunidad para articular un país liberado de las desviaciones que, en buena medida, nos condujeron a la hecatombe del chavismo

Por VLADIMIRO MUJICA

No cabe ninguna duda de que el mantra poderoso de unificación que ha lanzado el presidente (e) Guaidó: Cese a la usurpación + gobierno de transición + elecciones libres, ha trascendido nuestras fronteras y se ha convertido en un elemento central en el apoyo que la causa de la recuperación de la democracia y la libertad en Venezuela ha alcanzado en todo el mundo democrático. Tampoco está bajo discusión el hecho de que nuestro problema central como nación es utilizar los medios necesarios, internos y externos, para salir por la vía constitucional y de respeto al derecho internacional, lo cual deja abiertas todas las opciones cívico-militares, de la pesadilla del régimen chavista-madurista que ha destruido al país.

Con esa premisa bien establecida y fuera de toda discusión, queda entonces la complejísima labor de imaginar a Venezuela a partir de lo que alguna gente ha dado en llamar el día D+1, es decir el día después del día D, por analogía con la fecha de la invasión de los aliados en Normandía en la segunda guerra mundial. He utilizado adrede el término “imaginar” a Venezuela, en lugar del más convencional de “reconstruir” empleado comúnmente en el contexto de estas discusiones, por una razón muy importante: la destrucción de Venezuela ha sido tan profunda que estamos obligados a aprovecharla como una oportunidad para articular un país que en la medida de lo posible esté sanado de las desviaciones que, en buena medida, nos condujeron a la hecatombe del chavismo. El término reconstrucción trae la tentación inescapable de que pretendemos rehacer lo que teníamos, en lugar de repensar una nación nueva, libre del rentismo, el estatismo y la exclusión social que contribuyeron a crear en nuestra gente la ilusión fatídica del chavismo.

El retroceso de Venezuela a una cierta forma de barbarie, es un hecho indiscutible. También lo es que el país cuenta con la gente, el talento y la dedicación, tanto dentro como fuera de Venezuela, y los recursos para resurgir de las cenizas que la demagogia, el populismo y la traición dejarán a su partida. Para emplear efectivamente esos recursos se ha hecho un esfuerzo enorme de reflexión que se ha tratado de condensar en el Plan País (PP), pero aún reconociendo la importancia de este trabajo, es necesario advertir sobre determinadas carencias que si no se corrigen a tiempo pueden repercutir de manera muy negativa en el proceso que se inicie a partir del día D+1.

Una de las carencias importantes ha sido una reflexión insuficiente sobre el área de ciencia, tecnología e innovación, C&T+i. En las primeras versiones que circularon del PP, decía yo con cierta sorna y tristeza que el único sitio donde aparecía la palabra “ciencia” era como terminación de la palabra “ineficiencia”, a propósito de críticas al sistema económico dejado por la debacle chavista. Si bien es cierto que la emergencia nacional ocupará buena parte del esfuerzo del gobierno y la sociedad el día D+1, a lo urgente le sucede lo esencial. Y el conocimiento podrá no ser urgente pero es absolutamente esencial en el esfuerzo de imaginar a Venezuela.

Sigue pendiente la tarea de incluir en el PP las grandes ideas sobre C&T+i. Lo afirmo con un sentido de premura, sin dejar de reconocer un trabajo con una comisión del PP en la que he participado desde VenAmérica. El escape del rentismo y la nueva economía van de la mano del conocimiento, la ciencia y la tecnología, también arrasados por la barbarie chavista.

*Coordinador Sector Ciencia y Tecnología VenAmérica.

09 de septiembre de 2019  diariolasamericas.com