HEINZ SONNTAG
1 DE JUNIO 2014

Judios-en-Venezuela

El antisemitismo no fue tema del debate político público durante el periodo de la democracia civil (1958 a 1998), denominado por el chavismo “cuarta república”. De hecho, el término antisemitismo es de relativamente corta vida. Aparece impreso por primera vez en 1881 en Zwanglose antisemitische Hefte (Cuadernos antisemitas íntimos) del periodista alemán W. Marr para hacer una descripción del carácter etnológico del pueblo judío. Pero el antijudaísmo o la judeofobia como odio y desprecio del pueblo judío es, como todos sabemos, milenario.
Nuestros compatriotas judíos han convivido con nosotros durante largos años en paz. Es más, el presidente López Contreras permitió a finales de la década de los treinta del siglo pasado que un grupo grande de judíos (en total 251) desembarcara de las naves Caribia y Königstein en Puerto Cabello y La Guaira, después de que en varios puertos de islas del Caribe, entre ellas la República Dominicana, no se les había permitido dejar a sus pasajeros desembarcar, y los que habían venido en tiempos anteriores se integraron al pueblo venezolano. Rehicieron sus vidas, trabajaron y contribuyeron al pase de una Venezuela rural y caudillista a la moderna, en la industria, la ciencia y la cultura. Este estado de cosas se extendió hasta hace quince años.
Poco después del ascenso de Hugo Chávez Frías a la Presidencia, en 1999, empezaron a aparecer síntomas del antisemitismo, vinculados a la presencia del antisemita argentino y negador del Holocausto Norberto Ceresole como asesor del presidente. En programas de VTV y en órganos de prensa escritos del régimen, ellos se manifestaron, al comienzo, en forma moderada (si el antisemitismo puede ser moderado) y, con el tiempo, de modo cada vez más evidente. Especialmente el programa La Hojilla de VTV de Mario Silva, la red de Aporrea y los periódicos Vea y Correo del Orinoco difundieron insultos contra los judíos. Ocurrieron dos “visitas” de órganos de seguridad del Estado al Hebraica, el conjunto escolar, cultural y social de la comunidad judía, con la excusa de que allí había armas escondidas y se “cocinaban” conspiraciones contra el régimen. El 24/12/2005, el presidente lanzó en un discurso el más antiguo y desgastado eslogan antisemita cuando habló de “los que han matado a Cristo y se han apoderado de las riquezas”. Frente a la protesta de sectores sociales, el gobierno trató de desmentir lo dicho, al estilo “Chávez dijo que no dijo lo que dijo”. ¿Y quién puede olvidar la sentencia del embajador en Moscú en una entrevista con una revista rusa de que los judíos habían jugado un papel importante en el “golpe” del 11 de abril de 2002?  Un grupo grande de académicos y demás intelectuales respondimos al presidente en un aviso de media página en la prensa nacional, rechazando su expresión del antisemitismo. Como resultado de este acto algunos que habíamos firmado el documento creamos el Observatorio Hannah Arendt como una ONG cuyos objetivos incluye la lucha contra el antisemitismo por ser irreconciliable con la mentalidad abierta del pueblo venezolano. El régimen no se dio por aludido y siguió con sus posturas antisemitas. Trató de darle un sentido político a este proceder: describió su actitud como “antisionismo” y adaptó su política exterior a lo que uno de los “amigos” de Chávez, el presidente Ahmadineyad del gobierno de Irán, señalaba como la negación del Holocausto y la necesidad de borrar el Estado de Israel de la realidad política del mundo. En consecuencia, rompió las relaciones diplomáticas y expulsó a los miembros de la Embajada de Israel en Caracas.
En lo interno, el enfrentamiento contra el pueblo judío alcanzó niveles mayores. El más significativo hecho fue cuando en el año 2009 una banda de unas 15 personas, algunas con armas largas, asaltó la sinagoga de nuestros conciudadanos judíos en Maripérez, causó severos destrozos, pintó los muros con los usuales insultos y con dibujos de la esvástica nazi, robó computadoras y material de archivo. Fue esto para nosotros un evento similar a “la noche de los cristales rotos” (en alemán Reichskristallnacht), la señal más alarmante de un creciente antisemitismo en nuestro país.
Desde hace unos años para esta fecha, analistas y observadores de la escena mundial perciben un crecimiento del antisemitismo en varias partes. En el caso europeo se lo vincula a la masiva inmigración de poblaciones musulmanas a diferentes países, por ejemplo, Alemania, Francia, Inglaterra, los Países Bajos y otros. Se señala que no todos los inmigrantes son islamistas, esto es: terroristas cuya bandera es la eliminación del Estado de Israel y, cual “solución final” hitleriana, también el exterminio del pueblo judío. Son tal vez ni la mayoría. Sin embargo, la existencia de comunidades musulmanas puede ser un suelo fértil para que puedan expandirse antisemitismo e islamismo, este último organizado en movimientos como Al Qaeda, Hamas y Hezbolá.
En otras partes del mundo, por ejemplo Estados Unidos de Norteamérica, el antisemitismo afecta a organizaciones no gubernamentales, incluso algunas que tienen como bandera la defensa de los derechos humanos. Como ha expresado Sammy Eppel después de participar en una conferencia sobre el tema en la Universidad de Yale, “el antisemitismo se ha convertido en una especie de virus… que hace que algunas ONG se declaren abiertamente en contra de Israel y del sionismo” (Nuevo mundo israelita, No. 1766, p. 5). Eppel ha percibido también que en la academia estadounidense, en sus palabras “un mundo humanista y de progreso”, “el antisemitismo está filtrándose en grupos de intelectuales que pueden ser muy objetivos e ideológicamente neutros para muchos tópicos, pero al llegar el tema de Israel y los judíos pareciera que se trancaran… Cuando se toca el tema de Israel, el sionismo o los judíos, explota un odio irracional”.
En nuestra parte del mundo, más allá de Venezuela, el crecimiento del antisemitismo parece guardar estrecha relación con la expansión de la influencia del Irán en algunos países, especial más no únicamente en los del Alba, cuyo líder, el finado comandante-presidente Hugo Chávez Frías, hizo numerosos viajes a Teherán y recibió al “campeón del antisemitismo”, el presidente Mahmud Ahmadineyad, en varias oportunidades en Caracas. En su último viaje que incluyó Siria y, desde luego, Irán, el teniente coronel reiteró su compromiso con la lucha “antiimperialista” de organizaciones islamistas, amén de haber denunciado en una de las visitas del iraní a Caracas en 2009 a Israel como “el brazo asesino del imperio yanqui”.
Ahora bien, el gobierno del régimen niega haber tenido participación en los terribles episodios antisemitas en nuestro país, todavía presentes en la memoria no solo de nuestros compatriotas judíos sino de todos los ciudadanos. Todos conocemos la tendencia a mentir de nuestro gobierno. Hasta donde yo sé, ni un autor material o intelectual, presunto o verdadero, fue imputado por aquellos hechos. Para participar en la lucha contra el antisemitismo global y su expresión en nuestro país nos incumbe la misma tarea que Sammy Eppel les sugiere a los judíos: “Tenemos que enfrentarlo y debemos seguir… haciéndonos escuchar”. Esta unidad entre todos los venezolanos tiene que completar la política, para combatir el “socialismo del siglo XXI” y sus perversiones, incluido el antisemitismo, parte del global.