@TomasPaez

Investigadores y docentes de centros de investigación y universidades iberoamericanas, europeas y norteamericanas achacan el incremento del flujo migratorio global a la presión que ejercen la globalización y el neoliberalismo (preferiblemente salvaje).  Ejemplo de ello encontramos en el encuentro realizado  en 2017 en Centroamérica, una de cuyas mesas temáticas se organizó alrededor del lema “Coyunturas políticas, proyectos globales e impacto del capitalismo neoliberal en las migraciones”.

Hablaban de “neoliberalismo” mientras la “dictadura socialista venezolana” propicia un descomunal desplazamiento de ciudadanos venezolanos que hoy buscan en los países de Centro y Suramérica, sobre los que ejerce una gran presión, las medicinas y alimentos de los que carecen. Sorprende la omisión del mayor fenómeno migratorio latinoamericano de los últimos años que se produce como consecuencia de la dictadura socialista.

También asombra que se omita el análisis de las migraciones que han producido los regímenes socialistas en Latinoamérica y el mundo, incluida aquellas que provocaron quienes intentaron imponer ese modelo por las armas (FARC, ELN, Sendero Luminoso, etcétera.) bajo la tutela y el respaldo que brindó la dictadura cubana y que hoy coordina el Foro de Sao Paulo.

Causa extrañeza que tampoco le hayan prestado atención al tema de las diásporas que estimulan los procesos de reconstrucción de  países que fueron devastados por la plaga socialista. Ese inmenso coro de silencios académicos hace que resuenen con mucha fuerza las voces de universidades y centros de investigación que se han ocupado de las diásporas que ese modelo ha creado cuando se intenta imponer, luego de haberse impuesto y después de su fracaso; la diáspora venezolana, que hoy se aproxima a los cuatro millones de ciudadanos, es un claro ejemplo. Este éxodo masivo se produce, también, en un mundo crecientemente digitalizado y globalizado, lo que hace que ese silencio resulte incomprensible e injustificable.

Además, resulta que las diásporas latinoamericanas se dirigen hacia los países más emblemáticos de lo que llaman, de manera inapropiada, neoliberalismo.  Estados Unidos constituye el primer país de destino, con más de 50 millones de inmigrantes, seguido de Rusia con 12 millones (migración del postsocialismo, Ucrania, Kazajistán, Uzbekistán, etcétera.) Alemania, Canadá, Reino Unido, España y Francia.

La migración global huye de los países socialistas, Cuba, Venezuela o Corea del Norte, como lugares de destino, lo que no es un hecho casual o banal. En los países bajo regímenes socialistas la interacción humana se convierte en una guerra de todos contra todos, en sálvese quien pueda. Desaparece la confianza y la cooperación entre ciudadanos. Es la razón por la que los migrantes prefieren las sociedades y países donde se respeta la vida, y la confianza y la cooperación son posibles.

El gigantesco desplazamiento humano que propicia la dictadura socialista venezolana (disculpen la redundancia) está creando, aunque le pese al régimen, un espacio transnacional que se erige con los aportes de los venezolanos y de los ciudadanos de los países de acogida. Se trata de un nuevo espacio y de nuevas relaciones que exigen repensar la política social y económica desde una perspectiva supranacional.

Las diásporas se instalan en las grandes ciudades. La venezolana está esparcida en más de 300 alrededor del mundo. Las ciudades concentran la vida cultural, económica y política en la que se desenvuelve la sociedad civil de carácter global y en las que se produce el proceso de integración. En ellas viven, conviven y se integran los inmigrantes venezolanos, como lo confirma el estudio y el Observatorio de la diáspora venezolana. En no poca medida este hecho lo facilita la pluralidad con la que se formó la sociedad venezolana, que recibió inmigrantes de todo el mundo durante 200 años, y el  intercambio de ideas que enriqueció su acervo cultural.

La interacción entre culturas diferentes y la integración plural son antídotos contra el multiculturalismo excluyente, los nacionalismos biológicos y lingüísticos y una evidencia más de que en contextos democráticos y de respeto a las libertades y derechos humanos es posible la integración y la colaboración enriquecedora.

La diáspora está en movimiento y ello lo facilita el progreso que han experimentado las tecnologías de la información y los medios de transporte, que favorecen la movilidad y la conexión permanente con familiares y amigos alrededor del mundo. Por ello, la migración no puede entenderse como un simple traslado de una ciudad a otra.

Hay otras dimensiones que forman parte de las expectativas humanas, como la libertad. Como bien dice Enrique Krauze, la libertad, como el aire, solo se vuelve tangible, se palpa, cuando falta. Libertad y democracia para poder garantizar los derechos humanos, comenzando por el de la vida misma.

La circulación de la diáspora entre países y ciudades favorece la construcción de una densa red social de una enorme riqueza, que representa un enorme potencial para el desarrollo y la reducción de la pobreza global. Las redes incluyen el establecimiento de familias que ensanchan las existentes a escala transnacional, para las que las fronteras se transforman en obstáculos. La experiencia de la Unión Europea es un claro indicio de la necesidad de superar las fronteras y los viejos esquemas de los Estados-nación.

Como cualquier ser humano, los individuos que integran la diáspora trabajan, hacen amistades, sufren, establecen relaciones de pareja y procrean. A imagen y semejanza de los ciudadanos del país de recepción, muestran empatía, interés y preocupación por el “otro” y por lo que acontece, tanto en el país de acogida como en el de origen. La diáspora adquiere una nueva lengua, una nueva cultura y una nueva conciencia del país del que emigraron y del país que hoy los recibe. Ese encuentro reivindica la pluralidad y la diversidad.

La diáspora venezolana y latinoamericana es un formidable medio de propagación del español, que cada vez habla un mayor número de ciudadanos del mundo (hay que advertirles a algunos nacionalistas que para nosotros ello no tiene connotación alguna).  También difunde la cultura, la  gastronomía, las bebidas y  la música.

Ejemplos de la experiencia integradora al tejido social, cultural e institucional de la sociedad receptora, cuyos ciudadanos incorporan a los migrantes en su seno, la he vivido recientemente en tres matrimonios de venezolanos (España, Alemania y Francia). Forman un patrón de interacción humana que derriba las posibles barreras de desconfianza, discriminación o exclusión.

El primero, entre ciudadanos venezolanos que se conocieron en el país de acogida, el segundo, de un  venezolano con una francesa en Alemania y el tercero en Francia, de una venezolana con un francés. Se conocieron en la diáspora. Cada evento contó con la presencia de los amigos de toda la vida, que viajaron de todo el mundo para celebrar la boda y con los nuevos amigos y compañeros de estudio y trabajo de todas las nacionalidades. Los amigos venezolanos con parejas del país de acogida o los compañeros del país de acogida con pareja venezolana, y varios de ellos con descendientes. Nuevas y más amplias redes sociales y familiares.

Bodas convertidas en encuentros transnacionales de culturas y ritos. La pareja que serrucha un tronco como símbolo del esfuerzo que hay que compartir de acuerdo con la tradición germana. Gastronomía compartida, platos y bebidas de ambos países, música e integración lingüística. Todos los invitados se esfuerzan por decir palabras en alemán, español o francés o recurren al lenguaje universal de los gestos o al inglés.

La última de las bodas fue en Francia. La misa se impartió en dos idiomas y se repartió su contenido en un hermoso impreso. Los contrayentes leyeron en el idioma que adquirían. El padre del novio leyó un discurso a todos los invitados en español y francés, y recordaba que su hermosa familia se extendía hoy al continente americano. Un verdadero ejercicio de pluralidad, un verdadero reconocimiento del otro.

Encuentros de seres humanos, tres matrimonios cuya atmósfera recoge muy bien la cita de Víctor Hugo que encabeza el libreto que se repartió en la iglesia “cuando por fin se encuentran dos alas que por tanto tiempo se han buscado entre tanta gente, cuando advierten que son pareja, que se comprenden y corresponden, en una palabra, que son semejantes…”.

http://www.el-nacional.com. Tomás Páez.15 DE AGOSTO DE 2018 12:06 AM