Humberto García Larralde es economista, investigador, ensayista, profesor universitario y autor, entre muchos otros, del libro fundamental “El fascismo del siglo XXI: la amenaza totalitaria de Hugo Chávez Frías” (Random House Mondadori, Venezuela, 2009). Este ensayo forma parte del libro publicado recientemente en homenaje a Heinz R. Sonntag

Por HUMBERTO GARCÍA LARRALDE

Recordar con justicia a una persona tan completa como lo fue Heinz Sonntag representa, sin duda, un enorme compromiso. Y cuando hablo de “persona completa” me refiero a alguien que asumió a plenitud y sin ambages los rasgos que lo definieron como individuo, fuesen virtudes o defectos. Si hay algo en lo cual todos podamos coincidir cuando recordamos a Heinz, es que fue un hombre auténtico, abierto y sincero, quien no buscaba aparentar lo que no era para recibir una gracia u obtener algún tipo de posicionamiento o ventaja. Un panegírico recogería forzosamente la frase de hombre “de una sola pieza”, porque así fue Heinz. Venturo la hipótesis de que por ello fue tan querido por muchos que tuvieron la fortuna de conocerlo, en particular, por quienes nos hemos propuesto hacerle este pequeño homenaje por escrito.

Es lógico que primero salte a la mente la referencia del Heinz Sonntag académico, prolífico autor de calificados trabajos sobre la problemática venezolana y latinoamericana, sobre las teorías del desarrollo y del subdesarrollo, los desafíos que ha afrontado la universidad venezolana, así como sobre variados aspectos de la dinámica social y política, que lo llevaron a ser reconocido como interlocutor en estos temas en prestigiosos centros académicos de Estados Unidos, Europa y América Latina. Así ha sido recogido muchas veces y creo que sería la faceta de su existencia más fácil de definir, porque se plasmó en una obra que constituyó aportes significativos en su época. No es menester, por tanto, insistir aquí en estos méritos, que están a la vista. Más cautivante es recordar cómo ello entraba en la personalidad de Heinz. Al lado de la rigurosidad académica y la consistencia de sus ideas, destacaba el espíritu de compromiso con la defensa de estas, no de manera dogmática e intemperante, sino buscando enriquecerlas a través de su exposición y discusión, a ver si, con ello, lograban aprehender mejor realidades no contempladas inicialmente. Y en todo esto, uno no podía dejar de sentir cierta empatía con su discurso, así fuese uno bastante escéptico sobre algunos elementos específicos expuestos. Cautivaba, entonces, la entereza y la convicción, en una línea de pensamiento, que eran inseparables de la propia personalidad de Heinz. Una influencia personal quizás ayude a explicar a qué me refiero.

Desde la Coordinación de Estudios del Cendes se me pidió en 2004 la conducción de un seminario sobre el desarrollo venezolano en el contexto latinoamericano para el programa del doctorado. Recuerdo que, a pesar de haber dejado de creer en la validez de la teoría de la dependencia para explicar los problemas del desarrollo, lo incluí en el programa y me encontré, en una sesión, defendiendo la “vigencia” de algunos de sus planteamientos, ante el asombro de uno de los cursantes. Habiendo sido algunos años antes alumno de Heinz precisamente en ese doctorado y habiendo tenido que ponderar esos temas, reconocí estar transmitiendo ahora la impronta de sus ideas en el seminario que yo conducía. Era como si uno estuviese obligado a esforzarse a ver las cosas de nuevo, a “buscar bajo las piedras”, pues se trataba de aspectos definitorios del pensamiento del querido profesor y “algo” deberían tener de provechosos. En fin, el respeto por la convicción y consistencia de sus ideas.

Más allá del ámbito académico, Heinz era apreciado y respetado por su don de gente. Era un ameno conversador y, con sus entonaciones un tanto guturales, contaba de manera bien “sazonada” elementos de su vida como estudiante, como profesor en distintas universidades, los azares de su participación en la política venezolana, en la vida universitaria o, simplemente, ocurrencias de la cotidianidad. Todos quienes lo conocieron bien pueden recordar con agrado veladas compartiendo con nuestro querido teutón venezolano y unas cervecitas o, cuando se podía, unos vinitos, de aderezo. Pero además, Heinz fue una persona cabalmente solidaria, en el sentido en que se interesaba por los problemas de aquellos a quienes brindaba sus afectos y, si el caso fuera, ofrecía un gesto o acción personal para su solución. Y esta solidaridad natural, llevada más allá de los afectos personales, desembocaba irremediablemente en el compromiso político con la justicia y, por su formación académica, con la razón. Así, la indignación que podía experimentar ante algún disparate proferido por quienes nos vienen (des)gobernando desde comienzos de siglo, generalmente –aunque no siempre– supo traducirla en una posición razonada, muy bien plasmada en argumentos lógicamente construidos, esgrimida con pasión sí, pero sin que esta obnubilara la claridad de sus ideas. Y este compromiso con los principios, con los valores constitutivos de una vida en democracia, cultivando la libertad y la justicia, ha sido probablemente el legado más preciado que nos dejó en sus últimos años.

Este rasgo tan propio del profesor Sonntag fue lo que llevó, como todos sabemos, a la constitución del Observatorio Hannah Arendt hace más de diez años. El cuento no se repetirá en estas líneas, ya que es harto conocido, pero sí quisiera recoger que ello tenía que ser el resultado obligado de quien no podía dejar de actuar en consecuencia con sus convicciones y compromisos de vida. Si bien nos parece, en retrospectiva, “natural” o lógico que Heinz hubiese asumido el compromiso de convocarnos para denunciar el discurso antisemita del presidente Chávez ese diciembre de 2005, hay que pararse a ponderar lo que ello ha significado. ¿Quién, aparte de él, tenía el poder de convocatoria y la claridad de ideas para que ese documento condenatorio, germen de lo que luego sería el Observatorio, viese su oportuna aparición? No es mi intención inflar la figura del amigo ausente poniéndolo por encima de sus congéneres como una especie de ser sobrenatural. También otras denuncias han podido prosperar y rendir frutos auspiciosos llevadas de la mano de otros insignes venezolanos. Pero sí creo resaltar la iniciativa de Heinz como emblemática de lo que uno recuerda de él como hombre político, en el buen sentido de la palabra, concernido por la suerte de sus semejantes, y quien no podía ser indiferente a las injusticias que le irritaban el ser. De manera que la rica y fructífera vida, con sus altibajos, de esta ONG, de comparativa larga duración en Venezuela –si hacemos un inventario de muchas organizaciones de esta naturaleza que han surgido en los últimos lustros–, cuenta con un legado muy afortunado en esta iniciativa, que habrá de servirnos siempre de referencia para continuar con nuestras acciones.

Creo que muchos nos hemos preguntado cómo estaría reaccionando Heinz ante la actual coyuntura represiva que enluta al país, y ante las dificultades de la subsistencia venezolana que, en la forma extrema que hoy las sufrimos, él no llegó a padecer. Por la mente de muchos de nosotros seguramente se ha paseado la imagen de un Heinz indignado ante la violencia de la bota militar como respuesta a la protesta cívica a favor de la restitución del orden constitucional. No habrían faltado referencias al reino de terror que vivió Alemania bajo el nazi-fascismo como alerta del extremo a que nos puede conducir esta barbarie. Si bien por los años que llevaba encima quizás no hubiese acompañado, con la militancia intelectual que lo caracterizaba, las movilizaciones masivas que comenzaron en abril de 2017, de seguro no se hubiera quedado callado. No es difícil imaginarnos a Heinz enrojecido por la arrechera –no hay mejor palabra para referirse a lo indicado– causada por prácticas vejatorias de la dignidad y la integridad de sus compatriotas venezolanos por parte de la Guardia Nacional, armada hasta los dientes con la tecnología más moderna, no para “contener” la protesta, sino para aplastarla inmisericordemente, a pesar de los derechos constitucionales que la asisten. En fin, la defensa de los derechos humanos en el sentido más auténticamente liberal de estos términos –y que me perdone la formación marxista de Heinz–, referentes a la irreductibilidad del individuo y de sus derechos inalienables en sociedad y ante el poder, no hubiera dejado en paz a nuestro recordado amigo e, injustamente, le hubiera causado disgustos inmerecidos al final de su vida, habiendo sido él una persona que definió buena parte de su actividad pública en defensa del respeto al ser humano.

Pido disculpas por enfatizar estos aspectos del Heinz comprometido con valores y principios, que muchos compartimos. Obviamente hay otras dimensiones del profesor Sonntag que no mencioné y que merecen ser recordadas. No fui su alumno en el pregrado y, a pesar de conocerlo desde hace muchos años, solo tuve el honor y el placer de disfrutar de su cercanía y afectos más personales en los últimos veinte años. Hay muchas otras cosas que podemos rememorar de él: en mi persona y con cierto humor, la coexistencia contradictoria de un niño inocente, lleno de candor y hasta a veces malcriado, con la personalidad recia y madura de quien no guardaba sus puntos de vista y asumía los compromisos correspondientes. En fin, un personaje rico y estimulante en la complejidad de sus trances ciudadanos, políticos y personales, de quien difícilmente podremos desconocer su impronta.

En salvaguardia de mi rememoración un tanto sesgada de Heinz, como la que seguramente hubiera producido cualquier otro relato individual, el Observatorio Hannah Arendt ofrece esta publicación, conformada por una especie de collage de variados recuerdos de sus amigos, cada quien haciendo referencia a aspectos particulares de su relación con él, según la significación personal que ella le hubiera podido haber dejado.

Las palabras preliminares que anteceden a esta presentación, escritas por nuestro director, Alejandro Oropeza, bajo el título, “Heinz Sonntag … Hasta la vista al final de la tarde”, constituyen un muy apropiado comienzo a esta afectiva reseña. La de Alejandro es una remembranza cálida, que expresa gran cariño por quien fuese una referencia señera para sus actividades en el Observatorio. La amistad que se forjó entre ambos la rememora a través de hermosas imágenes que dan una visión muy fiel de lo que todos recordamos como la afable humanidad de Heinz.

Siguen estas evocaciones con un artículo, publicado recientemente en la revista Cuadernos del Cendes, por nuestro apreciado colega Gregorio Darwich. El profesor Darwich nos obsequia un relato bastante riguroso –como nos tiene acostumbrados en sus trabajos– de lo que fue la vida de Heinz, desde el shock inicial que le provocó, recién salido de su infancia, adentrarse, junto a otros de su generación, en la memoria de ese horror que había sido la Alemania nazi, pasando por sus años de estudiante en su tierra natal y las razones que lo llevaron finalmente a graduarse de sociólogo. El azar de pasar por Venezuela a instancias de quienes resultarían sus amigos entrañables le abrió horizontes para su curiosidad e inquietudes de intelectual joven, de izquierda, inimaginables en Alemania. Venezuela selló su destino. De ahí el escrito de Gregorio nos relata las peripecias iniciales de Heinz como profesor universitario, su exilio involuntario cuando la renovación de finales de los 60 y muchas otras vertientes de su vida y obra como académico comprometido. Sin duda un buen punto de partida a partir del cual enmarcar una visión adecuada de quién fue y qué cosas hizo nuestro recordado amigo.

Prosigue esta colección con la semblanza que le hicieran dos de los egresados más destacados de la Escuela de Sociología de la UCV, uno exalumno suyo, Roberto Briceño León, el otro, Ignacio Ávalos, en ocasión del homenaje que le hicieran a él y a Alfredo Chacón hace unos años. Tanto las anécdotas como las evocaciones de los aspectos más importantes de su obra, así como de su mentalidad crítica, permiten una buena comprensión de lo que significó Heinz para los estudios de Sociología en Venezuela y su conexión con los problemas del mundo moderno.

Otro exalumno suyo, sociólogo y actual Secretario de la Universidad Central, Amalio Belmonte, profundiza en los aportes que le aportó Heinz a su formación, en una época crucial para el mundo occidental, cual fue la de finales de los 60, salpicada por el mayo francés, la lucha contra la Guerra de Vietnam y el derrumbe del idilio que una vez cautivara a cierta izquierda con el modelo soviético. En este ambiente de cuestionamientos universales, irrumpió la llamada Renovación Académica de nuestra Universidad. A ella Heinz Sonntag, recién llegado al país, se entregó de lleno, como hizo en tantos otros aportes suyos posteriores, como es el caso de la constitución del Observatorio Hannah Arendt.

Otro de sus ex alumnos de postgrado, Jesús Mazzei, también hace referencia a su compromiso con la Renovación Académica, sobre la cual escribió un libro junto a Héctor Silva Michelena. Señala también Mazzei algunas de sus publicaciones posteriores cuando era investigador del Cendes.

Luego, una corta reseña del profesor de la Universidad de los Andes, Ángel Paredes, ilustra con un par de anécdotas aspectos de la personalidad de Heinz que, junto a su compromiso con la democracia y la libertad, le dejaron una impronta duradera. Recuerda el profesor Paredes haberlo escuchado decir: “Huí de mi país en contra de una dictadura militar porque no creo en militares y aquí les digo lo mismo”, afirmación que apuntala muy bien este compromiso.

Desde el Cendes lo recuerda, con mucho cariño, Thaís Maigon, profesora de este centro. Thaís evoca remembranzas en compañía de Heinz, como profesor y compañero de trabajo pero, más aún, como amigo, departiendo no solo discusiones académicas sino también almuerzos y tragos –aunque ella jura que no bebía– junto a otros compañeros. Heinz indudablemente le hará falta al Cendes y a los que ahí laboran, como a todos nosotros.

Otra cálida remembranza proviene de la pluma del gran amigo Leonardo Vivas, sociólogo dedicado a la vida académica en Amherst y otras universidades de Boston. Recuerda cómo surgió su amistad con Heinz a raíz de sus primeros compromisos en el Cendes, y que fue afianzándose en reuniones con valerosos amigos comunes. Con la estancia de Heinz como visiting professor en Boston, esta amistad se profundizó aún más. Fue una época de gratas tertulias con otros intelectuales, en las que Heinz y Marisol, su esposa, servían de anfitriones, y en las que Sonntag no dejaba de insistir en su compromiso con los valores democráticos y en el peligro totalitario que veía en Chávez. Premonitorio de la angustia que lo llevó a promover la constitución de nuestro Observatorio.

Destacando su compromiso con Venezuela, su asimilación a esta tierra que tanto lo llenó, escriben María Elena Ludeña y Tomás Páez. María Elena, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar, titula su escrito “El catire de Curiepe. Una semblanza de Heinz Sonntag”, y evoca sus impresiones cuando lo conoció por primera vez en el Observatorio Hannah Arendt. Tenía, en sus palabras, carisma para los más jóvenes, quizás por su actitud siempre crítica, buscando escudriñar el porqué de las cosas. Se lamenta no haber podido, junto a Heinz, elaborar su biografía, incluidas las múltiples anécdotas que lo hacían una persona tan completa y apreciada.

Tomás Páez, profesor titular jubilado de la UCV, el valioso “embajador” del Observatorio y quien tanto ha aportado con el estudio de la diáspora venezolana, reconstruye a un Heinz a partir de una larga y rica relación personal que, en sus palabras, le honra. Fue también alumno de Heinz en el pregrado y destaca el significado de su mentalidad crítica y rigurosidad en el manejo de sus ideas. Corolario obligado de esa forma de ser fue la postura asumida frente al presente régimen, la imagen totalmente opuesta, por su farsa y falta de ética, de la que encarnó Heinz. Fue un venezolano cabal “que no necesitó nacer en el país para ello”. Su compromiso con la democracia y la libertad lo llevaron rápidamente a entender las amenazas totalitarias de Chávez y tuvo en la creación del Observatorio Hannah Arendt una consecuencia lógica. Evocando el decisivo e incansable liderazgo exhibido por Heinz en la creación y conducción de este Observatorio en sus primeros años, culmina su homenaje.

Desde la otra óptica, del colega alemán, lo rememora Nikolaus Werz, profesor titular de la Universidad de Rostock. Nos hace conocer que, a pesar de su entrega a Venezuela, la vida de Heinz no fue desapercibida en su tierra natal. Como joven académico publicó un libro sobre la revolución latinoamericana que tuvo una gran tirada. Luego, su productividad intelectual en nuestro país y su responsabilidad en la conducción del Cendes lo llevó a mantener comunicación con centros académicos alemanes. El profesor Werz, amigo de Heinz, atribuye a su postura crítica ante el régimen chavista un ingrediente que contribuyó con una revisión más crítica por parte del medio intelectual de “izquierdas”, propio de muchas universidades germanas.

Como el “gran Heinz” lo recuerda el profesor Miguel Ángel Martínez Meucci, profesor de la USB y destacado miembro del Observatorio. Fue en ocasión de una charla sobre la vida de Hannah Arendt por una de sus biógrafas más reconocidas, que interesó a Miguel Ángel por el pensamiento de esta notable intelectual judeo-alemana, que llegó a conocer a Heinz. Compartiendo los avatares del Observatorio se forjó el afecto, la amistad y la admiración con que lo recuerda, que ilustra haciendo referencia a variados incidentes y, en general, a la pertinencia de las actuaciones de Heinz y de las labores del Observatorio para con la tragedia que le cayó encima al país.

Concluyen estas expresivas reseñas una dedicación personal de Alejandro Oropeza a nuestro querido venezolano-alemán, en la forma de un poema titulado “Extravío”. Sus imágenes transmiten el dolor por la partida del gran amigo y de alguna manera evocan la imperecedera compañía de quien, para los que lo recordamos afectuosamente, ha sido tan difícil despedir.

La publicación cierra con la reproducción de dos entrevistas realizadas a Heinz Sonntag, coincidencialmente el mismo año. Una realizada por nuestra amiga periodista Elizabeth Araujo, que apareció en 2013 en el diario Tal Cual, y la otra publicada en una edición de Cuadernos del Cendes, hecha por dos académicos de este instituto, ese mismo año. Las entrevistas, sobre la problemática política y social del mundo actual y sobre aspectos centrales a la investigación de las ciencias sociales en esta época, hablan por sí solas y no pretenderé comentarlas acá. Siento que constituyen una síntesis importante del pensamiento de ese gran hombre que hoy estamos recordando.

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Humberto García Larralde es Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fundador y Presidente del Consejo de Honor del Observatorio Hannah Arendt. Heinz R. Sonntag. El alemán de Curiepe fue publicado por dicha organización, bajo la coordinación de García Larralde, en Caracas,

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