El ex presidente chileno Ricardo Lagos. EFE

Ricardo Lagos, el ex presidente socialista chileno será una de las principales figuras el martes en el seminario Democracia y Desarrollo que organiza Clarín en el Malba.

Chile alumbró en 1988 la Concertación Democrática, una alianza de partidos opositores, socialistas, demócrata cristianos y otras formaciones menores que diluyó la rivalidad entre esas fuerzas y condujo y reconstruyó el país durante dos décadas tras la caída de la dictadura militar de Augusto Pinochet. El ex presidente socialista Ricardo Lagos (81) fue uno de los creadores de esa coalición cuya sorprendente vitalidad y pragmatismo sigue siendo ejemplar en nuestra región. Este martes, Lagos, abogado y economista y uno de los pocos grandes estadistas de este espacio mundial, participará en el Seminario Democracia y Desarollo que organiza Clarín en el Malba. Allí compartirá esa experiencia que sintetiza en que “comprendimos que se necesitan mayorías sólidas para hacer los cambios que se deben hacer” con la noción de que si es importante para el país “se deben olvidar las diferencias”.

-Desde Argentina se ha observado la experiencia de la Concertación con admiración por su vigencia de dos décadas. ¿Cómo se logra esa armonía política?

– Creo que nos pasó sin proponérnoslo. El objetivo claro era derrocar una dictadura y cuando ganamos aquel plebiscito (de 1988 que abrió el país a elecciones) ahí recién empezamos a darnos cuenta que teníamos que ver hacia adelante, y hacia adelante íbamos a gobernar y teníamos que hacerlo juntos.

-Un proyecto de largo plazo?

-No, no. El período de transición que había dispuesto la dictadura era de cuatro años, período que nosotros aceptamos. La Constitución de (dictador Augusto) Pinochet decía que el presidente permanecía ocho años. Cuando lo primero que pidió Pinochet respecto a que el próximo presidente tuviera un período de transición de solo cuatro años, lo aceptamos inmediatamente porque pensábamos que en cuatro años resolveríamos los problemas de la transición y después cada uno a su rincón a volver a pelear.

-¿No fue así?

– No claro. En esos cuatro años nos dimos cuenta de que era más fácil derrotar a Pinochet que hacer de Chile un país un poquito más moderno. Y bueno, lo mas notable es que continuamos juntos, o sea se dio de una manera natural. En la responsabilidad de gobernar esos cuatro años nos juntamos socialistas con democristianos que lo único que hacíamos antes era pelearnos entre nosotros.

-¿Y el proceso siguió?

-Después de esos cuatro años pareció normal… bueno… decíamos, pongámonos de acuerdo en elegir el candidato que sigue y ahí entonces, como me di cuenta que la democracia cristiana iba a ser siempre más que nosotros, comencé a plantear que hubiera elecciones primarias que en Chile era algo inusual y finalmente hicimos primarias y terminamos gobernando veinte años sin habernos propuesto gobernar 20 años.

-¿Qué aconseja a países como Argentina en su experiencia para formar alianzas frente a lo que ha hecho Chile?

-En nuestro caso la dictadura fue un elemento divisorio, un parte aguas y quedaron unos allá y otros acá. En Chile siempre hemos tenido dos partidos a la derecha, uno al centro y a veces dos y dos a la izquierda socialistas y comunistas, al otro lado liberales y conservadores, y en el medio el Partido Radical. Y cuando este disminuyó emergió con fuerza la Democracia Cristiana. Pero lo importante para compartir es que comprendimos que se necesitaban mayorías sólidas y grandes para poder hacer los cambios incluso los modestos que se debían hacer. Y segundo, entender que usted construye sobre lo que recibió del anterior en esa alianza y por lo tanto es preciso tener miradas de largo plazo. Esa visión ha sido fundamental.

-Usted señala que pasaron de pelear cada uno en su rincón a unificar programas. ¿Qué podemos aprender los argentinos de esa cesión de espacios?

-En definitiva usted termina dándose cuenta que son más los temas que unen que los que separan. Siempre habrá temas que separan pero lo que usted gana resolviendo aquellos en los cuales todos consensuamos es que permiten acercarse de una mejor manera a los que hoy por hoy nos separan. Nunca dos organizaciones políticas están de acuerdo en todo. Ahora se debe definir sobre qué cosas sí podemos unirnos, qué podemos hacer con seguridad. Y si esas cosas son importantes para el país, pues hagámoslas y olvidemos las diferencias que dividen. Tratemos con algodones y con cuidado las cosas que nos dividen.

-¿Desaparecen las grietas?

-Es que mi verdad tiene que terminar donde comienza la suya. Tenemos que ponernos de acuerdo en cómo encontramos la verdad entre los dos porque no puedo yo pretender imponer mi verdad absoluta sobre usted. A partir de este hecho debe quedar claro que si definimos líneas rojas quiere decir que no tenemos ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo.

-La Concertación Democrática exhibió también fuertes niveles de pragmatismo. Usted que es socialista en su gobierno negoció acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, con la Unión Europea y con China. ¿Esos son los grandes temas a los que alude?

– Sí, firmamos con Estados Unidos después decirle que no a la guerra de Irak.

-En el Consejo de Seguridad ampliado de la ONU junto a México…

-Si, así es. ¿Qué pasó? Bueno, ahí lo que hubo fue una comprensión de que teníamos que abrirnos al mundo. Abrirse al mundo implica muchas cuestiones. Cuando usted negocia un acuerdo con Europa, a usted lo que le dan son cuotas. Peleamos muchos por esas cuotas, de carne por ejemplo entre otros sectores. Pero cuando fuimos a exportar nos dimos cuenta que ningún frigorífico en Chile pasaba el standard de calidad de la Unión Europea. Pusimos el gobierno de cabeza para garantizar ese acuerdo. Abrirse significa también mejorar, significa lograr un sello de calidad del que antes se carecía.

-¿Cómo analiza este presente de ultranacionalismo antiglobalizador y el proteccionismo?

-Mal claro, pero déjeme decirle algo. Todos defendemos la soberanía por supuesto, la de nuestros países. Pero todos también sabemos qué manos estuvieron en las elecciones de muchos de estos poderes, qué manos estuvieron detrás del Brexit cuando se aprobó el referéndum en Gran Bretaña. La intervención en elecciones a través de las redes. Esas son realidades que no puede negarse. Tampoco la globalización. Antes existía un mundo mucho más cerrado, la globalización construyó un mundo mucho más interconectado, la globalización es una realidad, como dijo Mandela, la globalización es como el invierno, que va a llegar, es una realidad que está y no se la puede parar.

-Volviendo a las alianzas, ¿qué dificultad central advierte hoy para esos acuerdos?

-Usted al pasar me dijo una gran verdad. Hoy día la política no es vertical, es horizontal. En el pasado estábamos acostumbrados a que el líder habla, el partido ordena y todos detrás marchamos.

-Es lo que hace difícil repetir acuerdos como el de la Moncloa.

-Por supuesto. Hoy día es algo utópico porque la ciudadanía no solo vota cada cuatro años sino que además le dice, señor, entre elección y elección usted me va a escuchar a mi, tengo mucho que decirle señor. Y está por verse cómo van a ser las nuevas instituciones políticas que van a surgir como resultado de esas nuevas tecnología, incluso. Porque, digamos con franqueza, la democracia surge porque 300 años antes el señor Gutenberg inventó la imprenta y cien años después de la imprenta salió el diario y cuando salió el diario entonces algunos filósofos franceses dijeron, ahora podemos pedir democracia. Pasaron de esto 400 años, hoy día las cosas van mucho más rápido. Estamos viviendo cambios que son dramáticas de los cuales nos tenemos que hacer cargo, que significa que ayer creíamos haber encontrado muchas respuestas, pero ahora nos han cambiado las preguntas.

-¿Qué reflexión le merece la crisis venezolana?

-Es clarísimo que la región no puede aceptar una situación dictatorial y una crisis humanitaria que nunca pensamos que iba a llegar a estos extremos. Este conflicto tiene que asumirlo la región, no podemos tener la experiencia que tuvieron los europeos cuando fueron incapaces de resolver lo de Kosovo y lo resolvió (Bill) Clinton enviando tropas. Es un conflicto latinoamericano o lo resuelven los venezolanos o los ayudamos los latinoamericanos.

-¿De qué modo?

-Es indispensable una posición más firme de los países latinoamericanos y de otros países que entiendan que la ayuda humanitaria obliga a intervenir. Me pregunto qué hace Naciones Unidas. El presidente de México Andrés Manuel López Obrador plantea que ellos no intervienen en esto y cita a la Doctrina Estrada que es una doctrina muy respetable, pero no olvidemos que corresponde al siglo pasado cuando Estados Unidos hacia desembarcar a sus marines por los países de la región y obliga a pagar las deudas de los países cobrando derechos aduana por las tropas norteamericanas en el puerto.

-EE.UU. y líderes opositores venezolanos insisten que todas las opciones están sobre la mesa sugiriendo una intervención armada?

-Eso solo fortalecería al régimen. América Latina se opondrá a cualquier intervención militar y en buena hora. Ahora también es muy negativo entender que sea el ejército el que tiene la solución del problema en Venezuela.

-¿Cuando habla de la intervención de otros países incluye a los aliados del régimen, Cuba o Rusia?

-Es clarísimo que Cuba es un actor muy importante, pero fíjese que es una gran contradicción lo que hace EE.UU. Porque si sabemos que es muy importante Cuba para hallar una solución, no es precisamente lo más inteligente dadas las circunstancies económicas del régimen cubano hacérselas más grandes complicándole el turismo entre otras sanciones. ¡En lugar de sumar a los cubanos para que nos ayuden en resolver este problema los castigamos también de paso!

Tomado de clarin.com/mundo