Así, el modelo de representación política y social que emerge en la posguerra a nivel mundial y, en Venezuela, en la postdictadura perezjimenista; y cuyas expresiones más emblemáticas fueron los partidos políticos y los sindicatos, ya no responden a las expectativas de las sociedades hacia tales organizaciones, lo que traduce igualmente, un reordenamiento simbólico-político y una revisión crítica profunda de los principios de relación activa entre sociedad y Estado.

De esta manera el avance de los Derechos Humanos, el desarrollo masivo de las comunicaciones, los procesos de urbanización acelerada de las poblaciones, las interconexiones tecnológicas, entre otras variables de impacto, han modificado y modifican constantemente, las relaciones sociales y han desplazado los conceptos de representatividad social y política, cada día más relegados y superados por nuevos esquemas de redes horizontales de comunicaciones y transacciones sociales, culturales, económicas y políticas, hoy más que nunca imbricadas de manera indisoluble.

En este proceso de sustitución en el cual los marcos regulatorios y de referencia se desvanecen, se cuelan nuevas modalidades de dominación y de control, una de cuyas muestras por excelencia es la dominación y el control cultural.