E 6 de abril de 2019 se organizó una manifestación para protestar contra Nicolás Maduro.CreditCreditMeridith Kohut para The New York Times

  • No existe otra alternativa para salir de la crisis en la que se encuentra el país. Lo que está en juego es su supervivencia. Negociar es incómodo, pero también es imprescindible

Por Alberto Barrera Tyszka
El autor es colaborador regular de The New York Times en Español.

CARACAS — Negociar es un verbo incómodo. En el mundo donde el verbo ganar se impone y extiende cada vez más sus límites, incluso hasta en el terreno de los afectos y de la amistad, una negociación puede ser percibida como una simple versión educada de una derrota. Es obvio que nadie negocia por gusto pero, también, es evidente que en la abrumadora mayoría de los conflictos la única salida es un acuerdo.

El caso de Venezuela no es la excepción. Sin embargo, el tiempo pasa, la tragedia para la mayoría de la población aumenta y todos los factores en pugna siguen sin llegar a un acuerdo. En los diferentes bandos, parece haber fuerzas empeñadas en sabotear una negociación. La única posibilidad de salida de la crisis que tiene el país se encuentra en un momento muy frágil.

Desde hace meses, guiados por la iniciativa del gobierno de Noruega, se viene construyendo en Barbados un espacio posible para un acuerdo. Pero la nueva ronda de sanciones impuestas a Venezuela por el Departamento de Estado estounidense, en agosto, han representado un paso atrás en el camino de una solución concertada a la crisis venezolana. Los representantes de Nicolás Maduro abandonaron la mesa de negociación y, de manera inmediata, como si fuera el dispositivo de una iglesia eléctronica, activaron un viejo truco: la narrativa del bloqueo, la retórica antiimperialista.

Se trata de un espectáculo simbólico largamente deseado por el chavismo. Forma parte, además, de uno de los escasísimos éxitos de la Revolución cubana: la historia de la isla ha demostrado que la eficacia del relato es más sólida y rentable que la del bloqueo económico. Aunque los arrincone económicamente y tenga efectos devastadores para la población, las sanciones —al menos en términos de discurso y propaganda— solo favorecen al oficialismo. Cuentan, además, con la mirada crítica del resto de la comunidad internacional. La propia Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, salió alertando sobre las consecuencias que podrían tener estas medidas unilaterales sobre una población ya suficientemente vulnerada por la crisis.

https://www.nytimes.com/es/2019/08/25/espanol/opinion/una-negociacion-la-unica-salida-posible-para-venezuela.html