La recuperación de la confianza de la sociedad civil demanda trascender el espacio temporal y plantar las semillas de la creación colectiva de un mañana libre

Por VENAMÉRICA – BEATRICE E. RANGEL

No pasa un mes sin que el mundo sea sacudido por la magnitud, profundidad e intensidad de la tragedia venezolana. En una década el país ha perdido todas sus libertades y aproximadamente el 14% de su población y ¡¡ha visto colapsar su economía, el sistema vial, la red eléctrica y… la industria petrolera!! Su pueblo está hoy avasallado por un régimen criminal y no existe una narrativa que lo movilice. En el futuro inmediato se cierne una mortandad y una hambruna no conocidas por la humanidad desde los tiempos de Pol Pot en Camboya. Pero no hay quien prepare a Venezuela para resistir esta contingencia.

A esto habría que añadir que durante dos decenios la sociedad civil de Venezuela ha hecho sacrificios inéditos. Su participación en gestas electorales ganadas y no reconocidas por el régimen ni defendidas por la oposición es legendaria. Su irrupción en las calles del país en búsqueda de la libertad ha hecho historia en los anales de las movilizaciones cívicas del mundo. Su devoción a los principios democráticos se expresa en el continuo boicot de las políticas públicas. Sin embargo, estas acciones han tenido como resultado estentóreas derrotas que han servido para concretar mayores restricciones a su libertad y peores servicios públicos.

Urge una estrategia política distinta, anclada en una narrativa que fomente en la sociedad civil la confianza en sí misma para que protagonice una nueva página en la historia de la resistencia democrática de Venezuela.

La recuperación de la confianza de la sociedad civil demanda trascender el espacio temporal del hoy para plantar las semillas de la creación colectiva de un mañana en libertad. El foco de la acción política no debe ser el mundo sino Venezuela. Porque no habrá nación que se arriesgue a provocar un cambio de régimen en Venezuela. Algunas acompañan con mayor o menor entusiasmo el cambio de régimen, pero todas en condiciones de actores de reparto, no de figuras protagónicas. Habrá presiones, pero no agresión armada. Esto lleva a una sola conclusión: Venezuela está sola y cualquier modificación de la situación deberá salir de sus entrañas.

Ante este cuadro internacional es esencial recuperar la participación ciudadana. Y esto exige seguir a quienes dentro de la espantosa tragedia que les rodea hacen algo tangible por abreviar el dolor. El maestro que se llevó a su casa alumnos para darles de comer porque sus padres habían emigrado y los abuelos no habían recibido la caja CLAP. Los médicos y enfermeras que sin instrumentos de trabajo continúan al lado de los enfermos hasta su postrera hora. El panadero que tomó los recortes de pan y fabricó con ellos galletas para llevar a los niños de la escuela local. En síntesis, es necesario identificar los héroes anónimos que hoy hacen en los vecindarios de Venezuela la diferencia entre vida y muerte; entre solidaridad y castigo entre grandeza de alma y egoísmo depredador.

Luego habría que proyectar una imagen del futuro con ellos como protagonistas. Es decir: sembrar confianza en la capacidad de todos de contribuir a la recuperación del aparato productivo. Es necesario describir metas inmediatas para su participación. Retorno a la siembra de hortalizas; hacer comida para las escuelas; prestar servicios de limpieza a los hospitales; resolver baches logísticos con movilización ciudadana.

La narrativa tendría que definir un futuro inmediato y este comienza en las asociaciones de vecinos donde no hoy existe la democracia. Han sido fagocitadas por el régimen para -vía las cajas de comida- mantener controlada a la población. Una población entumecida por los severos golpes recibidos a lo largo de tres lustros no va a sumarse a otra lucha donde los objetivos son difusos y los lapsos temporales inexistentes. Recuperar sus asociaciones de vecinos y por ese conducto distribuir el apoyo humanitario inicial es fundamental. Es una institución manoseada por la sociedad civil que conoce a los líderes locales, a los bribones locales y los aprovechadores locales. Por tanto, puede discernir mejor y siente mayor seguridad en este conducto que es accesible a su control.

Los juglares de la Edad Media hacían nación cantando los logros de héroes inéditos. Uno de ellos es Humberto Prado el actual Defensor del Pueblo quien lleva una vida trabajando en cárceles para que llenen los requisitos mínimos de salubridad en estos recintos que hoy son ratoneras de muerte. Las numerosas familias de los reos siguen a Prado con devoción y gratitud. De igual forma existen líderes en los hospitales; en las escuelas; en los establecimientos culturales que pese a todas las contingencias continúan prestando sus servicios y sosteniendo la fe de los venezolanos en un futuro mejor.

No puede faltar un breve listado de los errores cometidos y de las enmiendas que es menester articular para superar la adversidad Si no se hiciera este inventario, la sociedad civil podría pensar que se trata de un nuevo engaño o de algo inaccesible como el cese de la usurpación y continuaría desmovilizada. También se deben enumerar las victorias alcanzadas en la lucha por la libertad. La puesta en libertad de presos políticos; la reinstauración de las autoridades legitimas en Upata; el triunfo en el referéndum del 2007 y en las elecciones parlamentarias del 2015. Todos estos hitos deberían ser reposicionados como victorias de la sociedad civil y no de la dirigencia opositora.

Se trata de contar una historia que no ha sido revelada al mundo. La historia de la heroicidad de la sociedad civil venezolana. Es la historia de la madre que despide a su hijo para una marcha y lo recibe muerto. Es la de los religiosos que le dan asilo a los perseguidos. Es la de los jóvenes mártires asesinados a sangre fría por un régimen delincuente. Es hacer una narrativa de redención a partir del testimonio visual de Carol Prunhuber.

https://www.diariolasamericas.com/opinion/venezuela       19 de mayo de 2020