Publicado en junio de 2007
Carlos Villalba
Este es “un mando” (G. Carrera Damas.) que se ha apoderado de las barriadas. Las gentes de los cerros que rodean la ciudad, de ser “chavistas”, están limitadas por malandros y hampones. Si no son “chavistas”, están limitadas por malandros, hampones, y chavistas. Dejo de lado, en este caso, a la pobreza, porque esta limitación fundamental, por una u otra vía, los condiciona a todos.

Ni la oposición, ni la policía, tienen entrada a los cerros. La oposición es rechazada por los chavistas, dado que la política del régimen se basa en impedir el diálogo. En evitar toda posibilidad de persuasión.

De otra parte, la policía es, al mismo tiempo, necesitada y rechazada. Necesitada, debido al aumento inquietante de la criminalidad, y, simultáneamente, rechazada, porque nuestros policías y criminales se parecen demasiado, siendo ésta una de las paradojas que la ciudad está obligada a vivir.

Como resultado, la oposición y la policía temen subir a los cerros. Y aquella y ésta, a pesar de todo, se hallan inevitablemente forzados a subir, deben subir: el policía, porque su trabajo le exige “apersonarse”, y el opositor, porque si no entra en las barriadas llevando su parte del diálogo posible, está condenado a hacer política únicamente para las clases media y alta de la población, y por ese camino, ni se ganan elecciones ni se ganan mayorías.

Como “el mando” sabe eso, tiene preparado a sus partidarios para que le impidan a la oposición llegar al cerro. Los cerros son sólo para los chavistas -esa es su tesis-, es decir, las barriadas de los cerros son únicamente para una de las partes del diálogo realizable. No obstante, si bien es cierto que la policía no podría cumplir con su deber hurtando el bulto, si bien es cierto que no podría hacer lo que ha de hacer sino en persona, la oposición si puede. Lo que no podemos hacer en persona lo podemos hacer en papel. Con la distribución de hojas que hablan.

A través del papel impreso estaríamos en capacidad de burlar el cerco y la agresión del régimen, que busca, entre otras finalidades, la de impedir que el diálogo se establezca. Que la persuasión sea posible.

Desde luego, no se trata de devolvernos, con toda simpleza, a la simpatía popular. Se trata de bastante más que eso. De comunicarse, por una vía curiosa de palabras y silencios, mediante una intelección inesperada, acerca de la prosperidad a la que tenemos derecho. De lo que nos preocupa sobre la ciudad actual y la ciudad futura. De lo que resulta indispensable comprender y conceder para vivir mejor. Y podemos comenzar, ya que no se nos tolera la conversación directa, ya que “el mando” ha considerado estratégicamente necesario evitar el diálogo, por dirigirnos a aquellos que dejaron de entendernos y a los que nosotros también dejamos de entenderlos, empleando para ello, una hoja de no más de veinte (20) líneas, escritas con sencillez y agudeza.
Veinte líneas por vez. Veinte, y no más, por tema o problema.

“El mando” podría preguntarnos ¿Porqué ahora? ¿Porqué ahora iniciar un diálogo con los habitantes de los sectores “bajos”, cuando por muchos años ese interés no se expresó en forma alguna? La pregunta, de hacérmela, sería legítima. Este es un punto que, de ser honestos, debemos agradecer al chavismo. Ellos han sacado a los pobres de donde estaban, de las laderas y de los huecos donde se encontraban, y los han mostrado, junto con la miseria de la que todos somos responsables. Había que exhibir esa indigencia, había que enfrentar la sociedad a su producto, y esto, que el chavismo lo haya hecho, está bien. Lo que no está bien es pretender solucionar los problemas con el populismo y la charlatanería.

El presidente trata con el pueblo y le promete, y mientras poco, muy poco, le resuelve, continúa tratándolo y prometiéndole. El populismo es una forma incompetente, que aún cuando use la palabra revolución, substituye las soluciones por una mezcla de burocracia, teatro y parloteo. Que esto es el populismo: extraer a los pobres de las sombras en las que, en efecto, se hallan, mostrarlos a la luz, incluso retratarse con ellos, a tiempo que se les regala lo indispensable para ser llamado “bueno”, dejándoles después que sigan viviendo donde y como vivían. Todo populismo parece que resuelve, pero no resuelve. Sin embargo, hay que admitir que el chavismo ha sacado a los más pobres de las sombras y nos los ha mostrado en el espejo. Y esto, insistimos, les desate o no sus problemas, había que hacerlo. El populismo siempre da el primer paso, los que vienen después, los subsiguientes, nunca los sabe dar. Desde hace siete años, el odio, entre los distintos sectores, ha sido levantado por el Presidente. Y es que el odio razonado, bien administrado, se come. Y nuestro Presidente, que tiene una relación excelente con una fracción importante de la población, no le da solución a sus conflictos, pero sabe remover con una vara viejos resentimientos, y sabe atizar rencores de clase. Cada siete días, el Presidente, dándole de bofetadas a “los ricos” conserva su popularidad, aún cuando las carencias permanezcan y la inseguridad espere a los más necesitados en todas las esquinas. Esto lo he escuchado: “¡No tendré trabajo, no tendré vivienda, pero cómo los jode!”.

Llevamos años entregados a la mentira y al odio. Años en los que los funcionarios del tren gubernamental, calcan el oscuro resentimiento que el Presidente respira. Cada domingo, el Presidente distribuye, a fin de que sean repartidas entre los que disienten, raciones de desprecio. Y de un tiempo a esta parte, también los lunes, martes, y cada cualquier día y cualquier hora, el Jefe del Estado, so pretexto de abordar asuntos de interés nacional, vomita sus excesos de retórica. Ello sin mencionar las “cadenas”, a través de las cuales se obliga a la red nacional de televisoras y emisoras de radio, a difundir sus maltratos a la inteligencia.

Convendría reconocer aquí, que grupos significativos de la oposición entienden al chavismo bajo formas semejantes de altivez y desdén. Es responder con la misma moneda, y colaborar, quiérase o no, con el diálogo imposible que el Presidente ha decidido para los que no piensan como él. Equivale a aceptar, pues, el diálogo enterrado, que a lo largo del tiempo, ha propiciado el Presidente. Justamente, pese a que al Jefe del Estado, no le guste, con las hojas volantes, haremos que el pueblo llano conozca, cómo pensamos, los que no pensamos como el que manda en el país.

En el caso de Marcos Pérez Jiménez, se empleó la hoja volante (prefiero tal designación a la de Panfleto, ya que ésta, en una de sus acepciones, alude a un contenido difamatorio, al que, bajo ningún supuesto, debemos acudir) para enfrentar al régimen, ora mediante revelaciones y denuncias, ora mediante convocatorias a reuniones simultáneas (no autorizadas), que habrían de llevarse a cabo en lugares de difícil cobertura para las policías. En la situación actual podría sostenerse que es innecesario apelar a este expediente, contándose, como se cuenta, con periódicos, emisoras de radio y televisoras, que sortean “moderadas” restricciones. Esto es cierto, pero no suficiente, e interesa por lo tanto, desarrollar la conveniencia de recurrir a la hoja volante. Así pues:

1-La relación de los barrios pobres con la oposición en el presente “mando”, resulta semejante a su relación con la oposición y la resistencia durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, por esto, aunque se puedan señalar en el chavismo espacios abiertos para la protesta y la comunicación, tales espacios están lejos de comprender a las rancherías aposentadas en los cerros de los alrededores de la ciudad (nos referimos, en este caso, a Caracas), y que se han desbordado hacía la autopista de la Guayra, o han buscado refugio hacia zonas y salidas del Este. Allí, el chavismo, de una manera agresiva, que excede la violencia verbal, niega el ingreso de sus “enemigos” políticos, salvo en oportunidades excepcionales, y ello, severamente custodiados por agentes del orden, los cuales provocan que, por la fuerza de las cosas, la actividad política transcurra en términos de angustia y desconfianza. Precisamente, a esas intranquilidad y desasosiego, apuesta el chavismo. Cualquier actividad en dichas zonas, ubicadas, por añadidura, bajo la administración de Alcaldías afectas al mando, coloca, a los manifestantes eventuales, en un cuadro caracterizado por el temor y la inseguridad.

2- Siendo ese el cuadro político de los llamados “cinturones de pobreza” que ciñen la ciudad, deviene un contrasentido hacer política en tales cinturones como si se tratara de un espacio definido democráticamente. Allí, a tiempo que se niega el acceso, se niega toda confrontación de ideas. Allí no hay democracia.

Entendemos, pues, que en un país confuso, en el que se dan la mano fragmentos de libertad con fragmentos exquisitamente fascistas, la política, a nuestro juicio, no puede ser una gestión homogénea, no puede consistir en una actividad que haga caso omiso de esta violenta incongruencia. Por lo tanto, cabría adelantar en los espacios democráticos, políticas democráticas, y, simultáneamente, en aquellos negados a la democracia, políticas que en las dictaduras pudieran resultar posibles y eficaces. De aquí que en los barrios donde no les está permitido a los hombres hacer política democrática, hacer política de resistencia. Y, en consecuencia, en los puntos donde se prohíba llegar a los luchadores políticos, llegar con papeles. Es poco, pero es.

3- ¿Cómo serían estos papeles?
Primero se trata de elaborarlos.
-Redacción de las hojas. Muy breves. A nuestro parecer de no más de veinte (20) líneas, escritas en un lenguaje sencillo, directo, y por lo regular, agudo. Conviene tener presente que se escribe para aquellos que, generalmente, no leen, o que únicamente se ocupan de los diarios del mando. Que se habla, justamente, para los que no quieren hablar. Si la escritura es particularmente corta, sumaria, y expresiva, aún quien no desee enterarse, algo se enterará, antes de romper, tirar o quemar el mensaje.

La redacción no estará encomendada a cualquiera. En cada Estado tendrán la obligación dos o más responsables, que se alternarán, elegidos por la calidad de su escritura. Interesa tener en la mente que el asunto se dirige al hombre de la barriada, al pueblo llano, y el abordaje, pues, ha de resultar atractivo y fácil, ni áspero ni grosero.

Somos demócratas, y así nos expresaremos. Cuando arriba nos referimos a la necesidad de adoptar una política de dos frentes, nos referimos a la necesidad de estructurar políticas distintas según las circunstancias, distintas, en función de su eficacia posible, pero siempre, en uno u otro caso, políticas democráticas.

-Selección de los temas.
a) La inseguridad; b) El desempleo. La conversión del obrero en buhonero;
c) La libertad desfigurada. (Medios de Comunicación Privados y Estatales); d) El empleo del patrimonio público en beneficio del culto a la personalidad y a la constitución de un bloque hegemónico; e) La permanencia de la pobreza; f) La patria es de todos, pero no es de ninguno. Venezuela no es Cuba; g) Busch es del que más lo nombra. (Escogeremos los temas en función de la información disponible).

Hablaremos, así, de lo que más interese a los hombres del barrio y no conforme a nuestros simples pareceres.

Impresión de las hojas.
¿Quiénes, dónde y cómo? La presentación es muy significativa. Los encabezados y las despedidas. El “hasta luego”; La escogencia de las letras y de los espacios.

– Distribución.
Se dividirán en barrios y tiempos de distribución. La clave consiste en hacer esa distribución imprevisible, a fin de evitar que los hapistas pudieren asaltar a los repartidores o decomisar las hojas, impidiendo que lleguen a sus destinatarios. No se efectuará los mismos días en los barrios determinados. Tampoco se hará tan frecuente que la familiaridad la torne anodina, e, incluso, fastidiosa. De igual modo, las reparticiones se llevarán a cabo, en días diferentes a lo ancho del país.
Las hojas se dejan, no se entregan en mano. Se abandonan en las puertas; en los parabrisas de un camión, de un automóvil; a las puertas de un rancho; en una escalera; se fija a un poste; a la salida de una Iglesia. Que si se trata de discutir, se discute con la palabra impresa.

Las redes de distribución se apoyarán en las organizaciones y movimientos existentes, y siendo las bases de su argumentación la libertad y el respeto a la disidencia, pensamos que no será difícil obtener su colaboración.

-Riesgo.
Aun cuando estamos tratando con simples hojas de disidencia, denuncia e información, es muy probable que el mando las identifique, a los fines de su propósito de enterrar el diálogo posible, con “panfletos subversivos”, subsumiéndolas maliciosamente en los términos del Artículo 297 del Código Penal. Este, para todos los que participemos en la empresa, es un punto que interesa estudiar. Al fin y al cabo, estamos de cara a una propuesta.