sociedad_civil“La idea de sociedad civil se ha convertido en un objeto de reinvindicacion para algunos sectores y de descalificación para otros; no tanto en relación con sus características abstractas y generales que se le atribuyen, sino por la legitimidad del uso del término por determinados actores sociales y no por otros».

Luis Gómez Calcaño, “La disolución de las fronteras: sociedad civil, representación y política en Venezuela”, CENDES, 2009.

Alejandro Oropeza G.

Recordamos la oportunidad en la que se le preguntó al por entonces flamante presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Luis Miquilena, sobre algún aspecto de la “sociedad civil”, a lo que se limitó a responder: con qué se come eso. Ha sido largo el camino recorrido por el concepto en su dimensión real en Venezuela, no siendo posible negar los aportes y los desmanes de ese sector. En este sentido partimos de la pertinente definición de Ernest Gellner que afirma que ella, la sociedad civil, representa un ámbito de dispersión que permite criticar y contrabalancear al poder político, reforzando así el carácter liberal y de mercado de las modernas democracias. Ese ámbito de dispersión si lo consideramos en el marco de las relaciones y equilibrios que deben existir entre Estado y Sociedad, bien podría definir limitaciones mutuas que, en definitiva, traducen consensos amplios o bien acuerdos generales que permiten construir posibilidades: primero, de ejercicio democrático; pero también de generación y atención de agendas sociales y de gobierno permanentemente renovadas. De allí podemos afirmar que tales relaciones expresan las posibilidades de viabilidad del sistema democrático por medio de la existencia de equilibrios entre las agendas señaladas: social y de gobierno, emergiendo como resultado una práxis de gobernabilidad y gobernanza. Siendo esto así, y aceptando la posibilidad de generar tales equilibrios, entonces el rol de la sociedad civil es relevante en la legitimidad del sistema político y por tanto en el ejericio del poder que, siguiendo a Hannah Arendt, no supone ni dominios ni la implementación de estrategias de violencia, sino la posibilidad de construcción de acuerdos y/o consensos en los que se basa tal poder.

Vista esta reflexión es pertinente traer el artículo publicado en el diario El Nacional el pasado 22 de marzo por el respetable profesor Carlos Raúl Hernández titulado “Miénteme más”, en el cual al referir el segundo de los errores de apreciación, específicamente la afirmación de que la oposición va de derrota en derrota, afirma que la falsedad de la percepción se puede explicar con base al rol jugado de lo que “llamaron sociedad civil”. En primer término se comparte plenamente la afirmación de la falsedad de que la oposición en estos últimos años vaya de derrota en derrota; en segundo lugar también se comparte el que parte de la conducción de la oposición pasó a aficionados sin experiencia ni partido. Pero es menester detenerse un tanto en estos puntos, fundamentalmente para analizar dicha realidad. Ha sido evidente cómo la “antipolítica” cobró y cobra y ocupa un espacio relevante en la generación de la opinión pública nacional, y cómo perdidos (por las razones que sean) los espacios de intermediación que ocupaban los partidos políticos, aquel equilibrio que referimos líneas previas comenzó ha hacerse más y más precario. Así puede interpretarse lo afirmado por el profesor Hernández desde dos perspectivas: O bien lo que se dio por llamar sociedad civil, integrado por aficionados a la conducción política “sin experiencia ni partido”, era una usurpación conceptual/práctica de dichos aficionados; o bien, efectivamente la sociedad civil se definía y comprometía en una actividad muy lejana de aquel ámbito de dispersión al que se refiere Gellner. Pero cabe una tercera posibilidad la cual es, que existiendo una realidad contextual determinada (el impacto efectivo de la antipolítica en la población) efectivamente tales atributos/deberes de intermediación de los partidos políticos haya sido efectivamente descuidada por no decir abandonada por estos.

Pero vamos más allá, esta realidad lleva a destruir la “…fuerza defensiva de las instituciones democráticas y minó la capacidad de respuesta frente al autoritarismo”. Afirma, el Prof. Hernández, que la joya de la corona fue el retiro de las candidaturas para las elecciones parlamentarias del 2005 y, me pregunto ¿Esa decisión fue tomada por la sociedad civil? ¿Eran los posibles candidatos escogidos en el ámbito de la sociedad civil y por tanto esta tenía tal facultad de decidir su retiro? Ciertamente, tal decisión ha significado la ruptura de la institucionalidad democrática y el naufragio del Estado de Derecho, y eso ¿Es responsabilidad entonces de la sociedad civil? ¿De toda la sociedad civil? Ciertamente, no lo creo.

Pongamos un ejemplo, el Observatorio Hannah Arendt desde el año 2010 ejecuta entre otros, un proyecto nacional denominado “Estrategia Política Electoral Integral” ¿Sus objetivos? Promover la participación ciudadana vía voto; coadyuvar en la reducción, a través de modelos de política que representen racionalmente la realidad, los niveles de abstención; y, léase bien, categorizar y relegitimar la relevancia de los partidos políticos como fundamento de la democracia y rescatar su percepción como positivo mecanismo por excelencia de la intermediación entre Agenda Social y fines del gobierno. Se han generado agendas como insumo para los candidatos políticos en los diversos procesos acaecidos, como aporte al reconocimiento de dichos líderes como válidos mandatarios del acuerdo y, cuando sea posible, del consenso social, no pretendiendo jamás ocupar y/o desplazar la legítima función de los partidos políticos a organizaciones que no pretenden como fin primero o último alcanzar el poder público. De hecho, si lo pretendiesen no serían sociedad civil en los términos anotados.

Entendemos, siguiendo a Habermas, que la disolución del Poder Político y el Poder Social, cuando dominado es por el primero, conduce a la represión (lo que vemos hacerse clara realidad en nuestro día a día); cuando dominado es por el segundo conduce a la anarquía y al caos. Vemos, en nuestra realidad, cómo la concepcion desesperada del dominio sobre la libertad política por parte del Poder Político se queda solo en ideología dogmática por vía de la dependencia social. Se valida aquella razón de Arendt en el sentido de que la realización del bienestar jamás debe confundirse con la emancipación respecto al dominio.

Desde la Sociedad Civil hemos también resistido y hecho frente al autoritarismo, desde ella hemos tratado de generar acuerdos y consensos en beneficio de las comunidades y la sociedad y defender y denunciar el acoso a los Derechos Humanos; alertar sobre el rumbo de las decisiones del Gobierno autodefinido como revolucionario; y coadyuvar con los líderes políticos para generar una oferta electoral acorde con la Agenda Social.

Desde esa acera democrática lo invitamos, respetable Prof. Hernández, a conocernos.