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Publicado en febrero de 2009
Humberto García Larralde
“Todo el que esté contra Chávez está contra la Patria… Todo el que esté contra la enmienda, está contra la Patria”.
Hugo Chávez Frías el 20 de enero de 2009, en acto proselitista en Barcelona.

Advertidos. Según Chávez, la Patria está donde está él o, más bien él es la Patria. Los “vínculos jurídicos, históricos y afectivos” con una “tierra natal o adoptiva” que nos deberían hermanar como nación -definición de patria según el Diccionario de la Real Academia Española- se disuelven en pro de una sujeción personalista a Chávez: la Patria se transmuta en simple lealtad hacia su persona. Será patriota quien sea siempre fiel a su voluntad; los que no comulgamos con sus verdades, somos “traidores de la Patria”.

Si la voluntad del Comandante en Jefe es la que norma el deber ser de cada uno de los venezolanos, ¿Qué sentido tiene contar con un pacto consensuado –una Constitución- para delimitar nuestros deberes y derechos, nuestra relación como ciudadanos con el poder? Quedan sin efecto, por ende, las disposiciones del Título III de nuestra Carta Magna referidas a los derechos, garantías y deberes de los seres humanos, otrora alabadas como uno de los mayores aportes del texto logrado por la Asamblea Constituyente de 1999. Ahora se denuncia a los órganos internacionales encargados de velar por el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos –de la cual Venezuela es signataria- por “inmiscuirse en los asuntos internos de la nación”, es decir, por interponerse a la voluntad de Chávez, a pesar de lo dispuesto en el artículo 23 de la Constitución. Quienes nos negamos a trucar nuestra condición de venezolanos para uniformarnos de chavezanos “rojo, rojitos” quedamos desamparados de toda garantía a los ojos de quien detenta el poder porque, a su juicio, no tenemos patria. Si la Patria es Chávez, deben obviarse los artículos 146, 328 y 314 para que los funcionarios públicos –incluyendo a los militares- estén a su servicio y para que los recursos públicos estén a su discrecional disposición. Tampoco tiene por qué haber rendición de cuentas, ni autonomía ni separación de poderes, ni mucho menos tolerancia y diálogo con quienes desafían la voluntad suprema. ¿Dónde queda el carácter democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable y pluralista del Gobierno que establece el artículo 6º? En fin, una Constitución “Gruyere”.

Agradezcamos al Presidente su sinceridad sobre la verdadera intención de la reelección indefinida: su permanencia en el poder, sin control alguno, siendo que él y la Patria son una y la misma cosa. Lejos de “ampliar los derechos políticos” de los venezolanos, como engañosamente insinúa el galimatías formulado como pregunta para el referéndum, éstos habrán de disolverse en beneficio del poder omnímodo de Chávez. El aprovechamiento abusivo de los recursos del Estado en cada elección, el apoyo cómplice de quienes se les ha permitido saquear a la nación y la criminalización de la oposición democrática, procurará que su estadía al frente del país sea vitalicia.

La confusión deliberada de Pueblo, gobierno, Estado y nación con la figura y la voluntad de un líder supremo es propia de regímenes totalitarios. Venezolano(a), no permitas que, en nombre de una “revolución” que solo existe en las ambiciones enfermizas de Hugo Chávez, te secuestren la nación. El 15 de febrero vota ¡NO!