Publicado en noviembre de 2006
Alejandro Oropeza
Cultura y estado en una relación que ha suscitado y suscita no pocas reservas, resistencias y aprehensiones. Ello se origina en buena medida en función de las características que tiene el hecho cultural como recurso a disposición del Estado, por tanto, la susceptibilidad de ser. Esta realidad permite afirmar que la cultura hecho cultural, entendidos como procesos, pueden ser sujetos de políticas públicas formuladas e implementadas por el Estado.

Lo determinante es identificar los objetivos que persigue el Estado al administrar la cultura, fundamentalmente cuando trascienden al hecho cultural mismo, y utiliza a la cultura como puente por medio del cual se fijan logros metaculturales, de control y redefinición de los contenidos simbólicos e identitarios que el proceso cultural mismo entraña y a los cuales conduce. Es entonces importante determinar qué tipo de Estado es el que reconceptúa operativamente la cultura en términos de recurso administrativo, el alcance de tal recoceptuación y los fines persigue en la reestructuración de los procesos culturales. Esa relación entre Estado y cultura, y la ubicación tipológica del régimen es determinante. La relación aludida, entendiendo a la cultura como hecho social, es necesario observarla y caracterizarla dentro de los supuestos existentes de un orden político, democrático o no, para así identificar las posibilidades de uso que de ella está en posibilidad de emprender un régimen que tienda hacia el ejercicio de prácticas totalitarias.